Ser ungido Sacerdote es el Sacramento mediante el cual el hombre ofrece su vida para obedecer a Dios y servir a sus semejantes. Es por estos principios básicos que debemos aceptar nuestra vocación no como una profesión u oficio sino como una vida espiritual santa que por amor nos lleve a la unión con Cristo Nuestro Señor.
La vocación es la aceptación total, honesta y con absoluta libertad que hace el hombre de iniciar y seguir el proceso que nos haga hijos elegidos de nuestro Padre Celestial. La vocación es la pequeña llama del amor de Jesús que inflama nuestros corazones para que en la culminación de nuestros objetivos se convierta en el sagrado crisol donde se fundan para siempre nuestra castidad, nuestra santidad, nuestra fe y nuestro amor para la alabanza y gloria de Dios Todopoderoso.
La Vocación Sacerdotal y la Ordenación Sacerdotal son los frutos del Espíritu Santo que recibe el hombre para llevar a cabo dignamente su misión en la tierra y para cumplir, antes de todo, con la voluntad de Dios. Me encuentro yo entre los muchos que somos llamados… Recuerdo que en mi juventud siendo acólito del templo de mi pueblo y teniendo en la familia a tres Padres de la Orden Seráfica de San Francisco de Asís y siendo mi madre católica practicante hicieron que en mí creciera la veneración por los santos, mi ternura por la Santísima Virgen María y mi respeto y adoración por Dios y que al mismo tiempo sintiera el deseo de ingresar como novicio en la Orden de San Francisco de Asís. Pero ya fuere por la muerte de mi madre, por una larga enfermedad que me aquejó a su fallecimiento o por la voluntad de Dios.
No acudí a su llamado… Ya recuperado seguí otra profesión, desempeñé importantes puestos en diferentes empresas y el materialismo y mi orgullo me alejaron de Dios. Viajé por muchos países y conocí muchas personas buenas y malas hasta que un día… ¡Regresé a Dios y conocí a Jesús Sacramentado! Desde ese día mi vida cambió y volví a ser aquel niño lleno de amor para Dios Nuestro Señor, que desde esta humilde tribuna le dice ¡SI! Todas las semanas a su segundo llamado.
Hermanos si nuestra vocación no es el sacerdocio, tengamos la vocación de amar a Dios en la Santísima Eucaristía y hagámoslo con humildad con persistencia y sobre todo con fe… con toda la fe de alma, espíritu y corazón y comprenderán que Dios nos ama con todo su amor.
Alabado y adorado sea por siempre Jesús Sacramentado ¡!!Viva Cristo Rey!!!