En nuestra vida, los seres humanos siempre o casi siempre estamos anticipándonos a las tareas o compromisos que tenemos programados para ejecutar.
Veamos por ejemplo:
- Si deseamos ingresar a una Universidad nos preparamos anticipadamente para presentar el examen de admisión,
- Si tenemos una cita de negocios con tiempo estudiamos los pormenores de los puntos a discutirse,
- Si tenemos que hacernos un análisis clínico nos sujetamos a las indicaciones del médico para estar preparados para la prueba,
- Igualmente si se trata de una competencia deportiva nos adiestramos para estar en forma para el día del compromiso.
Todos los preparativos están sujetos a una fecha o tiempo de realización del evento en el que vamos a participar, pero estas fechas no son estrictamente cumplidas y no obstante saber que llegarán en un día y hora predeterminados las tomamos como verdad absoluta.
Pero en nuestras vidas solo hay un momento en que desconocemos todos cuando llegará; y ese es el de nuestra muerte física terrenal.
Ante un hecho de ocurrencia inevitable, el cual definirá el futuro de nuestra alma en la eternidad, no nos preocupamos de prepararnos para cuando llegue.
Jesús nos advierte en varios momentos de su vida terrenal sobre la importancia de estar preparados, para cuando llegue el día en que indefectiblemente tendremos que dar el paso trascendental que nos llevará bien a la gloria de Dios o a las eternas tinieblas donde reina el maligno.
La responsabilidad la asumimos nosotros mismos, Dios nos indica el camino recto a seguir, que es el que nos enseña su Hijo Nuestro Señor Jesucristo. Es el camino de hacer el bien, cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios y los de nuestra Santa Iglesia Católica. La oración y las buenas acciones son también parte de nuestra preparación para nuestro encuentro con la muerte.
Quien esté preparado para el final, no le temerá, porque de antemano sabrá que las puertas del cielo las fue abriendo él mismo con su diario proceder.
Pero ¡Ay de aquel que envuelto en las redes del mal, tendidas por el mismo demonio, prefirió los placeres carnales, los pecados mundanos, la idolatría al dinero y su eterna sumisión a los dictados de Satanás!. Para él no habrá perdón ni misericordia, la justicia divina lo ha condenado.
Queridos hermanos, hemos buscado y buscando hemos encontrado un escrito que nos puede ayudar mucho en nuestra preparación para la muerte. Se trata de un libro escrito por San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia y fundador de la orden de los Padres Redentoristas.
Nuestros lectores que deseen profundizar en las reflexiones sobre cómo prepararnos para la muerte, les sugerimos buscar en internet o en librerías católicas la obra de este notable escritor, San Alfonso Maria de Ligorio, que trata sobre el tema "Qué necesitamos hacer para estar listos cuando el Señor nos llame."
Nuestros lectores que deseen profundizar en las reflexiones sobre cómo prepararnos para la muerte, les sugerimos buscar en internet o en librerías católicas la obra de este notable escritor, San Alfonso Maria de Ligorio, que trata sobre el tema "Qué necesitamos hacer para estar listos cuando el Señor nos llame."
Quisiéramos terminar esta invitación a nuestra preparación para la muerte, con estas humildes palabras:
Santísima Virgen María,
mi reina y señora,
con el alma entristecida
por ver las lágrimas brotar
de tan bellísimos ojos
por la maldad
reinante en el mundo,
te ruego humildemente
que intercedas
por esta humanidad agonizante
en su ignominia vergonzante,
y le pidas a Jesús Nuestro Señor,
tu Divino Hijo, que nos haga ver su luz,
entre tanta oscuridad y ante tanta ingratitud!
Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!