miércoles, 25 de septiembre de 2013

¡Santísima Eucaristía, Luz Divina, Cristo Dios!


El Misterio Supremo de nuestra Fe, la creación más portentosa de Jesús al convertir su Cuerpo y Sangre en el Pan y Vino durante la Última Cena con sus Apóstoles, la noche anterior a su inmolación, durante la Fiesta de Pascua, la noche del Jueves Santo.

El Cuerpo y Sangre de nuestro Redentor, desde ese momento, se funden en un haz de purísima luz donde vibra el celestial trepidar del amor de su Sagrado Corazón.

Son innumerables los testimonios que asocian a la Eucaristía, Hostia Consagrada, con la Luz Divina, he aquí algunas de ellas:

Cristo Jesús, Él mismo nos dice en el Evangelio:  "Yo soy la Luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida  (Juan 8, 12)"

“A veces, veo la Hostia con un resplandor y  con una belleza muy grandes, más que si fuese el resplandor del sol.” (Santa Ángela de Foligno)

He visto el sol que salía del Santísimo Sacramento, y han quedado ofuscadas las otras luces…..” (Santa Faustina Kowalska)
 Yo vi salir como un humo del Sagrario, muy brillante y claro,  a modo de la claridad de la luna que subía hasta por encima de las casas……” (Santa Micaela del Santísimo Sacramento)

“Una tarde visité una capilla y se encontraba allí una hermana llamada Hilda Walstrum, orando y sollozando silenciosamente. Al preguntarle si le pasaba algo me contestó: que sus lágrimas eran lágrimas de gozo. Había asistido a la Misa y durante la Elevación, vio que la Sagrada Hostia se transformaba en un apasionado corazón destellando rayos luminosos.” (Relatado por Monseñor Josefino Ramírez)

Sigue relatando el Obispo Josefino Ramírez: “Lo mismo sucedió a la hermana Inés, de Akita en Japón. Ella fue a la capilla de su convento a orar y vio que una luz deslumbrante salía del Santísimo Sacramento.Personalmente tuve una conversación con el Obispo Ito de Akita, quien me dijo que estuvo presente en la capilla y podía dar testimonio de la luz gloriosa que irradiaba del Santísimo Sacramento"

Ciertamente, Jesús Dios Nuestro,  se encuentra presente en la Sagrada Hostia expuesta en las Capillas de Adoración Eucarística Perpetua. Es Dios vivo a quien vemos y adoramos en nuestras visitas horarias, los que somos adoradores confirmados,  o los que le visitan a diario por cualquier motivo personal  durante breves minutos.

El silencio, es el celestial vínculo que nos comunica a Jesús y nos permite relacionar nuestra alma con su misericordioso y sagrado corazón.

Cada uno tenemos nuestra personal manera de platicar y adorar a Jesús Sacramentado, guardando el respeto y veneración porque es a nuestro Dios en persona a quien nos dirigimos. Por lo tanto debemos de ir preparados en mente y alma al divino encuentro.

No debemos llegar a la Capilla sin saber qué y cómo vamos a dirigirnos a Nuestro Señor. Debemos evitar hojear las páginas sueltas que contienen oraciones, si en verdad no sentimos los que esas palabras significan.

Nuevamente, les aconsejo  ir  debidamente preparados al igual como cuando vamos a recibir el Cuerpo y Sangre de Nuestro Redentor en la Sagrada Comunión.

Queridos hermanos coordinadores de las Capillas de Adoración Eucarística, capaciten y enseñen a los miembros de la Adoración Eucarística como también a los que solamente visitan al Santísimo, a de verdad bendecir, alabar y adorar a Jesús Sacramentado, nuestro Dios y Señor, como Él humildemente lo merece y espera.



Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡Viva Cristo Rey!!!

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Salmo 50: Canto de Penitencia y de Piedad


Hoy tocamos el tema del Salmo 51 de la Biblia, que corresponde al Salmo 50 en la Vulgata, versión latina de la Biblia realizada por San Jerónimo por orden del Papa Dámaso a finales del siglo IV.

El Salmo 50 es el más intenso y repetido Salmo penitencial, cuya lectura es impuesta por muchos sacerdotes al pecador, como penitencia, por los pecados cometidos.

También la Liturgia de las Horas nos hace repetir este Salmo en las Laudes de cada viernes, que es una de las dos Horas Mayores, junto con las Vísperas.

La Liturgia de las Horas u Oficio Divino, son las horas del día en que la Iglesia dispone las oraciones que deben rezarse en cada una de ellas. 
Las Horas Mayores como ya lo hemos mencionado son las Laudes y las Vísperas.
Las Horas Menores, son  Prima, Tercia, Sexta, Nona y Completas.
En un principio la Liturgia de las Horas era obligatoria en todos los recintos Monacales pero el Concilio Vaticano II autorizó su práctica a todos los fieles.

Laudes del latín Alabanzas, es la oración de la mañana, santifica el día y hace memoria de la Resurrección del Señor.

Vísperas, oración de la tarde como Acción de Gracias, memoria de la Redención y Esperanza de la Vida Eterna.

A continuación transcribimos el Salmo 50,  donde hemos omitido los dos primeros versículos que son simplemente introductorios:



Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
Por tu inmensa compasión borra mi culpa;
Lava del todo mi delito,
Limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
Tengo presente siempre mi pecado:
Contra ti, contra ti solo pequé,
Cometí la maldad que aborreces
en la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.

Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.

Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados
aparta de mi pecado tu vista,
borra en mi toda culpa. 

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme:
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu Santo Espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios salvador mío, 
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
Tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.


Desde los primeros años del judaísmo, los judíos temían la ira de Dios cuando lo  ofendían con actos impuros o por el quebrantamiento de algunos de sus mandamientos, y  mediante sacrificios y holocaustos pretendían reconciliarse con Él.

Con la llegada de Jesús al mundo este concepto fue remplazado por la nueva religión establecida por el Hijo de Dios, el Cristianismo; que establecía que las ofensas contra Dios eran perdonadas por su infinita misericordia e infinito amor a los hombres.

Para obtener el perdón de sus pecados el hombre tiene que reconocer cabalmente que ha cometido deliberadamente una grave ofensa contra su creador; y debe sentir en su corazón,  el verdadero dolor de su injuria, además de arrepentirse firmemente de la falta cometida y procurar con entereza no volverla a cometer.

Para cumplir lo prometido el pecador adquiere un compromiso definitivo donde el testigo es el mismo Dios a quien no podremos jamás engañar.

Hermanos, alejémonos del pecado que es lo que Dios aborrece; pidamos a Jesús Sacramentado que nos de fortaleza de espíritu para rechazar las tentaciones del demonio.

Oremos con fervor, practiquemos el ayuno y recibamos a Dios Eucaristía, de ser posible todos los días,  para que el eterno amor de Jesús sea siempre el huésped divino de nuestros corazones y que nunca le echemos fuera por haber caído en el pecado.



Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡Viva Cristo Rey!!!

miércoles, 11 de septiembre de 2013

El Dulce Nombre de María


Como era la costumbre de los judíos, después de los ocho días de nacida, los padres de la Santísima Virgen le pusieron por nombre María.

El nombre hebreo de María  o Miriam,  significa Señora o Soberana. Se le menciona en la Biblia en el Libro del Génesis como la hermana de Moisés y Aarón.

La Liturgia,  que ha fijado algunos días después de la Navidad la Fiesta del Santo Nombre de Jesús, ha querido también instituir la Fiesta del Santo Nombre de María poco después de su natividad.

España fue la primera en solicitar  y obtener ante la Santa Sede celebrar la Fiesta del Dulce Nombre en el año de 1513. Pero fue hasta el 25 de noviembre de 1683 que el Papa Inocencio XI decretó que se celebrara con solemnidad en el ámbito católico la Fiesta del Dulce Nombre de María (12 de Septiembre).

Sirva lo anterior como un breve historial de cómo fue llamada María, Nuestra Señora,  por ser la Madre de Nuestro Señor Jesús. Ya que su soberanía le es dada por Dios Todopoderoso por ser la Santísima e Inmaculada, la que engendró a su unigénito por obra y gracia del Espíritu Santo.

¡Cuánto desea el alma mía que la liturgia dedicara cada día del año a festejar a la dulcísima Virgen María!, para poder sentirla en mi corazón,  como una flor eterna de amor y bondad. Mas como esto no es posible amada madre mía, yo te dedico humilde una oración, por  ser corredentora, madre universal, bellísima doncella,  por ser la inmaculada madre de Jesús, Dios Nuestro Señor. 

Desde niño con inocente afán de llenar mis sueños con ángeles de amor y paz, mediante la gracia que el Espíritu Santo en mí derramó, encontré en el Ave María que rezaba antes de dormir, la tibia cobija de tu manto celestial.


Oh madre pura y bella 
¿qué podré yo hacer 
para que el mundo 
sienta lo que yo siento,  
cuando invoco tu dulce nombre,  
para que intercedas por mí 
ante tu Divino Hijo y éste 
viniendo de tí mi súplica,  
la lleve a Dios Padre Todopoderoso?.

Oh Virgen Santísima
dechado de dulce hermosura, 
máxima expresión de obediente amor, 
fuiste de Dios la escogida, 
la flor más bella de toda la creación. 
A ti Madre Santa te doy mi corazón.

Oh excelsa madre dolorosa
que en tí sufriste la pasión
de tu amado Jesús camino 
al Gólgota de su crucifixión, 
no llores madre mía, 
porque a este también tu humilde hijo, 
se le parte el corazón. 

Madre de consolación infinita 
que desgraciado e infeliz me siento, 
cuando tu sufrir precipita, 
al caer en el pecado 
y ofender a Dios que me ha salvado.

Manojo de flores de frescos colores 
envuelven mis pensamientos 
y perfuman con sutiles olores, 
las cuentas del Santo Rosario, 
cuando lo rezo extasiado 
implorando tu amor y perdón.

Oh, Señora del Santísimo Sacramento, 
Madre de Jesús Sacramentado, 
cuando mi último momento haya llegado, 
no me abandones y dame tu Santa absolución.


Hermanos, no olviden jamás en sus oraciones a la Santísima Virgen Madre de Dios, entréguenle sus corazones sin recortes ni medida, que ella es luz de vida que nos lleva amorosa a vivir eternamente con Jesús.




Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡Viva Cristo Rey!!! 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Septiembre 8, Natividad de la Virgen María


En el siglo VI la Iglesia Universal señaló la Fiesta Litúrgica del Nacimiento de la Santísima Virgen María el día 8 de Septiembre. Exactamente nueve meses después de su Inmaculada Concepción el día 8 de Diciembre.

Los padres de María fueron San Joaquín y Santa Ana, quienes no podían tener descendencia debido a la esterilidad de Ana, pero Dios Todopoderoso escuchó las oraciones y plegarias de ambos y mediante su divina intervención, produjo la Inmaculada Concepción de la futura madre de Jesús.

Muy poco es lo que conocemos acerca de la niñez y juventud de María, pero nos atrevemos a imaginar que por ser la escogida por Dios para ser la madre de su unigénito, debió ser una niña y joven bendecida por todos los dones de bien que puso Dios en su alma y corazón.

Aparece en las Sagradas Escrituras cuando el ángel Gabriel le anuncia que será concebida por el Espíritu Santo y que el fruto de su vientre sería  Jesús el Hijo de Dios. Su respuesta fue inmediata: 
“He aquí a la esclava del señor, hágase en mi tu palabra”. 
Y con este la Santísima Virgen María aceptó que de su carne el Verbo se hiciera carne y naciera en Belén y se hiciera hombre y entregara su vida para redimirnos del pecado y abrirnos las puertas del reino celestial.

Son muchos los pasajes de la vida de la Inmaculada Virgen María que se describen en los evangelios, siempre siguiendo a Jesús, desde su primer milagro en las bodas de cana hasta su muerte crucificado en la cruz. Después de la Resurrección de Jesús y su Ascensión al cielo,  María pasó el resto de su vida terrenal en compañía de los apóstoles y junto con ellos recibió al Espíritu Santo.

Llegado el momento del final de su vida,  Dios la elevó al cielo en cuerpo y alma como divino colofón por ser la madre de Jesucristo, Dios Hijo y Señor Nuestro.

Desde el momento de su Divina Asunción, la Virgen María con todo su amor de madre ha velado por la salvación de todos los hombres. Pidiéndonos que sigamos el camino de Jesús y hagamos todo lo que Él nos dice. 

La prueba de lo anterior se testimonia en las diferentes apariciones de nuestra bendita y santa Madre Celestial, para demostrarnos que el amor de su corazón por nosotros es eterno y que nunca nos abandonará hasta que seamos uno con ella y su divino hijo en la gloria celestial.

Es mucho lo que tenemos que tributar en agradecimiento a la Virgen María y muy poco lo que en realidad hacemos. Debemos romper nuestros corazones con las aristas de nuestras oraciones para que pueda ella entrar en ellos y regalarnos su inmenso y eterno amor de madre;  y sea la puerta que nos lleve a su amado hijo que tiernamente nos recibirá  por haber sido conducidos hasta Él por su Santísima Madre.

Madre mía, rocío matinal que aplaca mi sed de amor, derrama sobre mí la dulzura de tu mirada angelical y haz de este pobre pecador, para siempre tu humilde servidor.

Queridos hermanos, el próximo domingo 8 de Septiembre, en el que todos asistiremos al Santo Sacrificio de la Misa, busquemos en el templo una imagen de la Santísima Virgen María y postrándonos de rodillas a sus pies dediquémosle de todo corazón nuestro mejor pensamiento, para decirle: 

“Esto es  lo que en el alma siento,
en el día de tu glorioso y bendito  nacimiento”.



Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado


¡¡¡Viva Cristo rey!!!