viernes, 25 de junio de 2010

Petición sin Fe, Oración que no Recé.

Hermanos la convicción de nuestra súplica debe y tiene que ser sustentada por la fe. Sin la fe, nuestras palabras son el eco vacío de un querer sin poder, es como tratar de cosechar el fruto verde, es como escribir una súplica en la arena bañada a cada instante por las olas del mar.
Es un esfuerzo estéril, demanda sin fundamento, es un desperdiciar la esencia de un esfuerzo.


Hay veces que pedimos a Dios algo, ya sea un milagro o una insignificancia y cuántas veces Dios nos cumple o no oye nuestra petición. Y en lo positivo alabamos al Altísimo y en lo negativo hasta lo retamos por no habernos escuchado. No es culpa de Dios, Dios siempre está dispuesto a ayudarnos, pero nosotros no sabemos o no queremos decirlo con la fe y convicción necesarias.

Oremos y pidamos a nuestro Dios con toda la fuerza de nuestra fe, pongamos en nuestra oración todo el fuego creyente de nuestra alma, abramos la comunicación entre nosotros y nuestro Creador sin que nada ni nadie se interponga a ella. Que nuestra concentración sea total, no mucha ni poca, sin términos medios, que sea completa e indivisible. Que nuestra mente abandone nuestro encierro humano y vuele en pos del entendimiento celestial, y después de haber hecho nuestra oración en la forma correcta, humilde y sincera no exijamos a Dios el otorgamiento de nuestra súplica.

No nos enojemos ni perdamos la fe si no se nos da cumplimiento a nuestra petición. Volvamos nuestra alma a Dios Nuestro Señor y con el corazón palpitante de poder estar hablando con Él, digámosle con toda la fuerza de nuestra verdad y de nuestro amor:

“Señor y Dios mío, Padre Nuestro, hágase tu voluntad, porque solo Tú Señor sabes lo que es bueno o malo para este siervo tuyo.”


Motivos para orar pueden ser muchos para nuestras necesidades mundanas, pero recordemos que nuestra salvación no estriba en cuanto sea lo que pidamos para nosotros sino todo lo que hagamos y pidamos por nuestro prójimo.

Despojémonos del ropaje de nuestra soberbia y vistámonos con la túnica invisible de la humildad. Y Dios de seguro nos tomará de la mano y nos llevará a su Reino el día en que traspongamos los umbrales de nuestra vida terrenal.



Para terminar, quiero también manifestarles que hay muchos lugares en los que podemos hacer oración pero tengamos presente que hay un lugar muy especial en nuestra comunidad creado con el único fin de adorar a Dios en persona y ese lugar es la Capilla de Adoración Eucarística Perpetua de la Parroquia San Francisco de Asís en Cd. Cardel, Veracruz.


¡Ven, Cristo te espera, Cristo te llama, Cristo te escucha!

viernes, 18 de junio de 2010

Si yo quisiera...


Si yo quisiera agradar a mi Dios no cometería tantos pecados contra Él, pero aún sabiendo que hago mal, ahogo mi voluntad por alguna causa que no puedo reconocer y mi querer se convierte en No querer.

Muchas veces quisiera ayudar al pobre ó al hermano hambriento y recoger un pedazo de pan de mi alacena y dárselo al primer pobre hambriento que encuentre en la calle o tal vez salir de casa corriendo en busca de un necesitado y darle una moneda de mi repleta bolsa, pero en la pereza en que se adormita mi espíritu niego a mi querer y me escondo en el no querer.

Cuantas veces quisiera visitar a un enfermo en un hospital y llevarle con mi presencia un poco de esperanza que alivie su mal, más al entretenerme en cosas vanas de un placer pasajero, ahogo mi intención en el egoísta mal del no querer.

En ocasiones quisiera entrar a una iglesia y rezar por los que sufren, por los que han perdido la fe, pero el entusiasmo por un espectáculo baladí me aleja del umbral del templo y en mis pasos que me apartan de mi querer sus huellas sin retorno dibujan mi no querer.

Otras muchas veces quisiera sellarme los labios y no divulgar el pecado de un hermano y mas vale el protagonismo de sentirme acusador y propago con maldad su falta, y mi conciencia agoniza en mi no querer.

No se cuántas veces quisiera pedir perdón por una ofensa o injuria cometida y humilde reconocer mi mal proceder pero mi soberbia se cobija en mi no querer.

Oh Dios mío, cuanto más pudiera yo confesar de mis quisieras que son destruidos por mis no quereres, por eso, arrepentido y con la fortaleza que me da la fe en Ti, humildemente quisiera,

¡Sí!... QUISIERA:


  • Que me des la virtud de la caridad para hacer el bien sin considerar a quien se lo hago y sin esperar recompensa alguna, y que mis acciones sean agradables a Tí Señor y Dios mío.

  • Que me des paciencia para soportar todas las pruebas que te dignes poner en mi camino con el único fin de cumplir tu voluntad.

  • Que me des la continencia para poder abstenerme de todos los pecados carnales y poder entregarte un corazón sin mancha y un alma inmaculada el día que Tú decidas que el peregrinar en este valle de lagrimas haya terminado para mi.

  • Que me des modestia para no ensalzarme por mis virtudes sino que vea en ellas el fruto de tu amor.

  • Que me des entendimiento para comprender la grandeza de tu amor por la humanidad al sacrificar a tu Unigénito, Nuestro Señor Jesucristo, para que nos redimiera y nos abriera las puertas de tu reino, Señor.

  • Que me des mansedumbre para que donde se me ofenda dé yo en cambio bendición, y así poder seguir tus pasos como en la crucifixión en que clamaste al Padre por el perdón a tus ofensores.

  • Que me des fortaleza para que nunca deje de asistir a adorarte en la Capilla de Adoración Eucarística Perpetua y me des la fe para que cada día mi amor por Ti sea tan inmenso y brillante como la luz de todas las estrellas del universo y que todos reconozcan tu omnipotencia, amor y misericordia eterna.

  • Por ultimo, y como Tú lo dijiste, los últimos serán los primeros, que les des a todos los adoradores de la Capilla de Adoración Perpetua de Cardel la fuerza de voluntad y la fe para que jamás dejen de participar en la hora santa que tienen reservada para Ti Dios mío.


Dios mío quisiera amarte mucho más para que no exista en mi ni el "no puedo" ni el "no quiero". Gracias infinitas por todo lo que dispones para este humilde siervo que solo ansía adorarte por toda esta vida y si Tú lo permites, allá en el cielo por toda la eternidad.



¡Alabado y adorado sea
Jesús en el Santísimo Sacramento!

viernes, 11 de junio de 2010

¿Nuestro Señor Jesucristo ó Satanás?

La línea que divide el bien del mal es fina, tenue y a veces engañosa. No nos dejemos sorprender ni ilusionar por las riquezas terrenales, Dios y el Cielo siempre prevalecerán sobre ellas.

Vivimos en un mundo materialista donde todo o casi todo converge para que seamos atrapados por las redes de Satanás. Tan solo detengámonos a ver los encabezados de los periódicos, noticieros y otros medios de información y en ellos encontraremos que se da preferencia a los crímenes, a los raptos, a las tragedias, a las calamidades y a cuanto mal sea motivo de noticia sensacionalista.

Se publican en gran tamaño y a todo color las fotografías de todas aquellas personas que han cometido un mal, y eso lo vemos a diario. Pero ¿vemos acaso a diario publicadas las fotografías de personas honestas que han hecho una obra de bien? No, claro que no, es que por esta clase de información tenemos que pagar, mientras que la de los asesinos, criminales, violadores y ladrones se las publican sin costo, gratis. “es que estas noticias, venden”, dicen los responsables tratando de justificar su desprestigiante periodismo.

Es así, como las almas débiles sin la fortaleza de Dios, poco a poco se van contaminando con la basura publicada, y su corazón se va endureciendo ante el endemoniado mensaje de Satanás.

¿Por qué en lugar de notas rojas no se publican notas de vida y amor que remuevan de nuestros corazones el caos y la miseria en que se debate el mundo en que actualmente vivimos?

El libre albedrio es uno de los valiosos regalos dados por Dios al hombre a través de lo cual ejercitamos la voluntad para tomar nuestras propias decisiones. Es nuestra decisión elegir el Bien o el Mal. Hermanos, hagamos oración contrita para que Dios Nuestro Señor y el Espíritu Santo nos den la fuerza e inteligencia para rechazar el mal. Nosotros somos los únicos responsables de nuestros actos.



¡Cumplamos las promesas y juramentos hechos en nuestros Sacramentos!

¡Cumplamos con los Mandamientos de Dios y con los de nuestra Santa Iglesia Católica!

¡Cumplamos con lo que nos pide la Virgen Santísima en cada una de sus apariciones en sus diferentes advocaciones: oración, oración y más oración!

¡¡¡Oremos cuantas más horas podamos para que el Santísimo Sacramento nos llene con su luz!!!.
Cristo Vivo te espera siempre, a cualquier hora,

en tu Capilla de Adoración Eucarística Perpetua.



viernes, 4 de junio de 2010

Un Encuentro Fortuito y Aleccionador

Hace algunos días salía de visitar al Santísimo en la Capilla de Adoración Perpetua de Cardel, Veracruz. Y me encontré con un señor ya grande, que caminaba apoyándose en un bastón; de larga cabellera completamente blanca y una luenga barba también inmensamente alba, pero ambas limpias y bien cuidadas; con una dulce mirada transmitía su paz interna… Con voz clara y firme me dio las buenas noches y me invitó a sentarme en la banca que se encuentra afuera de la capilla, a un costado.



Le acompañe hasta la banca y nos sentamos. Yo, un poco extrañado por la invitación, y él seguro de su cometido.
Mirándome fijamente comenzó a hablarme:


“Mire hermano yo le conozco muy bien, lo mismo que al Padre Arturo, a la Doctora Lucía y a las Maestras Alba y Dulce, así como a todos sus capitanes y adoradores, y a veces me siento un poco desilusionado por la falta de espíritu de amor al Santísimo y la falta de convicción en las tareas que Dios les ha encomendado a todos ustedes.”



“Déjeme explicarme…”,
- continuó diciendo sin darme oportunidad a responderle, “he notado que ninguno de los Líderes se ha dedicado un turno completo a conocer las necesidades y comportamiento de sus Capitanes y estos últimos también han descuidado a sus Adoradores sin prestarles la debida asistencia en cuanto al seguimiento de aquellos que han faltado a su Hora Santa, sin averiguar el motivo de su ausencia; o de aquellos que llegan tarde a su horario y otros que se retiran sin haber cumplido su hora…




Mire hermano, yo vivo como a seis cuadras de aquí y padezco de reumatismo, pero nunca he dejado de venir a adorar al Santísimo, nunca he llegado tarde y menos aún me he retirado sin cumplir la alegría de estar acompañando a mi Dios Vivo. Hay veces que los hermanos que me reemplazan no se presentan… y yo, feliz y lleno de júbilo, me quedo muy a gusto de poder platicar con Nuestro Señor una hora más. Nunca digo “tengo” o “tuve” que quedarme, porque eso demuestra falta de amor y devoción a Quien dio su Vida por nosotros.

Otra cosa que me mortifica es la actitud de ciertos adoradores que, sin dignidad, dejan de ir a la capilla sin avisar a nadie exponiendo al Santísimo a quedar solo, sin compañía alguna. Por último, para no cansarle más, le ruego que trate de inculcar en sus adoradores el Amor Verdadero a Jesús Sacramentado, que a la capilla NO se va a pasar una hora, sino que se va voluntariamente a adorar sin interrupción a Dios Todopoderoso en el Misterio de la transformación de su Cuerpo y Sangre en la Hostia Consagrada…”.

Y diciendo esto, se levantó y se perdió en las sombras de la noche…



He acudido varias veces a la capilla a la misma hora que me encontré con este buen señor, pero no le he vuelto a encontrar, hasta anoche que me quedé dormido, rogándole al Santísimo que me inspirara para escribir algo en nuestro blog para esta semana... Y hoy, muy de mañana, al santiguarme y dar Gracias por el nuevo día, se abrió mi mente y vi en un libro celeste con orlas de oro y plata un escrito que decía: “Un encuentro aleccionador pero no fortuito”… y esto, que estoy escribiendo fue lo que me platicó, tal vez en un éxtasis de ensueño o en un mensaje de muy dentro de mi alma un ser inexistente, o quizá ese Ser Misericordioso y sediento de nuestra más mínima señal de respeto y amor hacia Él…

Hermanos, demos gracias con todo nuestro corazón por tener en nuestro pueblo una Capilla de Adoración Perpetua.

Rompamos las ataduras de nuestra indiferencia y las cadenas del temor.


¡Acudamos en multitud a adorar a Jesús Sacramentado!


Enmendemos el camino, Dios nos está esperando…


¡No lo defraudemos, no lo desilusionemos, no lo abandonemos!


Dios nos ama y nos necesita.


Que nuestra respuesta sea una solemne plegaria hecha juramento de que jamás le volvamos a provocar el dolor de una nueva crucifixión.

¡Viva Cristo Rey por siempre en nuestros corazones!