Contrición es el pesar por haber ofendido a Dios.
La contrición es una parte esencial del Sacramento de la Penitencia o de la Confesión, mediante la cual declaramos sinceramente nuestro arrepentimiento de haber ofendido a Dios, con íntimo y profundo dolor en nuestra alma y corazón, por la ofensa cometida.
Cuando nos acercamos en el confesionario para declarar ante el sacerdote nuestros pecados, debemos hacerlo con respeto, seriedad y conscientes de nuestras indignas acciones, debido a las cuales, hemos perdido la gracia de Dios. Es pues la Confesión el paso que damos para ser perdonados por la infinita misericordia y amor que nos tiene nuestro creador.
La confesión del pecado debe estar unida a nuestra firme voluntad de no volver a pecar- porque creemos firmemente, que cometiendo el mismo pecado, otra vez, volvemos a clavar en la cruz a nuestro Divino Redentor.
¿Podríamos clavar en una cruz, una y otra vez,
a nuestra madre,... a nuestros hijos,...
o a cualquiera de nuestros seres queridos;
pedirles perdón por tan horrendo crimen y
luego repetirlo de nuevo?
Y entonces...
¿por qué lo hacemos con Dios?
La respuesta está en tu corazón y Dios sabe si es sincera o si es fingida.
Se nos hace fácil, engañar, mentir, posponer, evadir, con tal de no definirnos, de no comprometernos, y de volver a pecar. Nuestra soberbia humana nos domina y el demonio nos apoya porque él, Satanás, sabe que en cada repetición de nuestros pecados está el paso que nos acerca a nuestra condena y nos aleja de la misericordia de Dios.
Queridos hermanos que las siguientes palabras extraídas del Libro "Soliloquios", de San Agustín, les den una idea cabal de lo que es una verdadera contrición:
“Desde ahora, Señor, es a ti solo a quien amo, a ti solo a quien me uno, a ti solo a quien busco, a ti solo a quien estoy dispuesto a servir, porque tú solo mandas justamente.
Deseo someterme a tus órdenes, manda, te lo ruego, manda lo que quieres, pero cúrame, abre mis oídos a fin de que pueda escuchar tus palabras.
Recíbeme como a un fugitivo, ¡Oh padre amantísimo! he sufrido demasiado tiempo.Demasiado tiempo he estado sometido a tus enemigos y al juego de las mentiras.
Recíbeme como a un siervo tuyo que quiere alejarse de todas estas cosas vanas… Siento que me es necesario volver a ti; llamo, ábreme la puerta, enséñame como se llega hasta ti… Es hacia ti que quiero ir , dame pues, los medios para llegar hasta ti. ¡Si tú te alejas perecemos! Pero tú jamás abandonas a nadie, porque eres el soberano bien; todos los que te buscan con rectitud, te encuentran. Eres tú quien nos enseña como buscarte rectamente.
Oh, Padre mío, haz que te busque, líbrame del error, no permitas que, en mi búsqueda, encuentre a otra cosa que no seas tú. Si no deseo más que a ti, haz que sea a ti solo a quien encuentre, oh Padre mío.”
Roguemos a la Santísima Virgen María, Madre de Dios, que interceda por nosotros los pecadores ante su divino hijo, para que nos ilumine en el momento de nuestra confesión y podamos cumplir lo que prometamos, jamás volver a pecar.
Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!