Después de conocer todos los días a Jesús Sacramentado, durante casi siete años, ¡nuestra vida es otra!... muy distinta a la que vivíamos cuando empezamos este glorioso camino de alabar y adorar a Dios Vivo en la Capilla de Adoración Eucarística Perpetua.
Jesús nos ha descubierto su hermoso y divino pensar, nos ha empapado con la luz de su inteligencia y sabiduría, haciendo que se disipen las tinieblas de nuestro entendimiento, y regalándonos el don de comenzar a pensar con los atributos de Dios y no del hombre.
Hemos empezado a cambiar la arrogancia y el orgullo por la humildad; el rencor por el perdón; la falsedad e hipocresía por la verdad; lo material por lo espiritual; la maldición por la oración; la avaricia por la caridad; el odio por el amor...
¡En pocas palabras estamos rechazando al mal del demonio
y aceptando de corazón el bien de Dios!
Poco a poco nos vamos desprendiendo de las vestiduras farisaicas para vestirnos con el humilde sayal de Jesús.
Este nuevo ser que hoy habita en nosotros nos ha permitido seguir en el camino que nos indica Jesús.
- A cumplir con alegría su divina voluntad.
- A ser caritativo con el necesitado.
- A consolar al desesperado.
En síntesis, Jesús cada día
vive más en nuestros corazones
haciéndonos parte de Él,
haciéndonos participes de algunos
de sus divinos y santos carismas.
He ahí, queridos, hermanos, el fruto del sarmiento que crece en la vid del Señor. Es la recompensa en la tierra de lo más maravilloso e increíble que recibiremos al final de nuestras vidas, cuando seamos uno con Jesús, como es Él con Dios Padre y el Espíritu Santo.
Bien vale nuestra salvación el camino angosto, sembrado de obstáculos que nos conduce al cielo. Los infortunios, las penas, las angustias, los dolores de esta vida, son los escalones que debemos ascender para alcanzar el Reino de Dios.
¡No más quejas ni reproches si algo nos duele o nos perturba!,
saquemos del alma la fuerza espiritual
y con una sonrisa de alegría,
sigamos con fe a Jesús nuestro Dios y Redentor.
Y si el demonio persiste en su maligna obra de tentarnos con sus ofrecimientos materiales, acudamos en sentida oración de socorro a nuestra santísima, purísima y castísima Virgen María, Madre de Dios; que ella sabrá interceder por nosotros ante su Divino Hijo para que arroje a Satanás a los abismos de oscuridad donde nunca más volverá.
Nuestra fuerza reside en Nuestro Salvador, nuestra fe se ilumina en la gloria del Santísimo Sacramento de la Eucaristía y nuestro eterno destino en la misericordia de Dios Padre, nuestro Omnipotente Creador.
Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!