¡En tu pecho, lleno de amor rebosa, tu dulce y tierno corazón,
Amadísimo Jesús!
No hay dulzura ni ternura más grande en el universo entero, que la infinita misericordia, que guarda Jesús en su amante corazón.
Eres el refugio eterno de los pobres, enfermos y desamparados y a Ti acuden en busca del alivio a sus pesares, los que sufren, los que penan, los que lloran.
Tu sacrosanto corazón, de Dios por su flama encendido, amoroso cobija al doliente, dándole el consuelo de su celestial e infinita compasión.
El recuerdo flota aún en mi mente y lo tengo en el alma sellado, el glorioso día en que mi madre efectuó la Entronización del Sagrado Corazón de Jesús en nuestro hogar. ¡Fue un día de hermosa fiesta y digna celebración!
Una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, que era la fiel expresión de una belleza extraordinaria, enmarcada en un cuadro de reluciente pan de oro, fue colocada en lo alto del portal que separaba la sala del comedor. Y al pié del cuadro, una roja lámpara votiva, semejando una flama derramaba su luz encarnada en el mismo Divino Corazón. Abajo, sobre el suelo arreglos florales de intenso color rojo completaban el deslumbrante escenario.
Luego vino la Bendición y Entronización del Sagrado Corazón de Jesús, la cual estuvo a cargo de nuestro Párroco, y al término de la misma, los invitados y familiares de rodillas rezamos el Santo Rosario, en señal de agradecimiento de que Jesús y su corazón reinaran ya en nuestro hogar.
Esta tradición, testimonio de nuestra fe, ha ido desapareciendo por el olvido, o tal vez por la muerte de aquellas madres piadosas que mantenían viva, esta bella costumbre.
Hoy nos toca a los hijos de aquellas santas madres, proseguir con la Entronización del Sagrado Corazón de Jesús en nuestros hogares, para reafirmar nuestro amor a Jesús y sobre todo para también dar ejemplo a nuestros hijos para que cuando ellos tengan un hogar, hagan al Corazón de Jesús Entronizar.
Oh, Amantísimo Sagrado Corazón de Jesús, en ti pongo toda mi esperanza, para que las llamas de tu amor ardiente se derramen por toda la tierra y haga de todos los hombres, seres dignos de tu misericordia y de tu perdón.
Que mediante el amor omnipotente de tu amoroso corazón y el Inmaculado Corazón de María, en divina conjunción, reinen para siempre en nuestros corazones.
Jesús Sacramentado, que tu sangre, en el misterio de la Transubstanciación, nos llene el alma con un rocío de paz y alegría y seamos eternamente felices, al percibir que vives en nosotros.
Señor Jesús Eucaristía, por intermedio de la Santísima Virgen María te entregamos con humilde amor nuestros corazones, para corresponder al don tan grande en que nos das tu corazón.
Hoy no quiero terminar esta sencilla alabanza, que no puede describir toda tu grandeza, hoy solo quiero de rodillas, ante ti postrarme, para decirte:
¡Tuya es mi vida,
quiero morir en tu cruz
Bendito y Sagrado
Corazón de Jesús!
Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡Viva Cristo Rey!!!