jueves, 24 de noviembre de 2011

Capilla de AEP, Casa de Jesús Sacramentado

Allí donde el alma se eleva a la infinita luz de Jesús Sacramentado, allí encontramos a nuestro Creador como Hijo de Dios Transubstanciado en la Sagrada Hostia.


En un rinconcito de un pequeño espacio se halla la inmensidad y majestad de Dios Nuestro Señor, allí le encontramos los que con fe y devoción lo buscamos afanosamente. Y Él se deja encontrar y en el silencio purificador de nuestra más pura oración se efectúa la nueva alianza de Dios con el hombre.


¡Qué maravilla de místico amor nos invade el alma cuando Jesús nos permite tocar su corazón con la adoración sincera de un hijo agradecido!... Este privilegio que Dios nos concede por obra del Espíritu Santo es la expresión más sublime de su amoroso corazón que podemos disfrutar en nuestra vida terrenal.


¡Bendito, Bendito seas, Señor y Dios mío!... en Tí espero... en Tí confío.



Hermano, que lees estas humildes líneas ¿eres Adorador Eucarístico Perpetuo?... Si lo eres, no tengo nada que decirte, tú por experiencia propia y personal conoces lo que significa hablar con la voz del alma cara a cara con el Amor de nuestro Amor, Jesús Sacramentado.


Si no lo eres, déjame dirigirme respetuosamente a los más altos sentimientos de tu naturaleza humana, permite que te muestre el camino de Jesús como también alguien me lo mostró no hace mucho. Concédeme la gratificante misión de iniciarte en esta nueva ruta de amor y paz hacia el reino celestial.


Para entrar a una Capilla de Adoración Eucarística Perpetua no necesitas ni pase especial ni condición alguna. Las puertas están abiertas siempre, como está Jesús, con los brazos abiertos, para cobijar tu alma con la caricia de su eterno amor.


Nuestras capillas no son exclusivas, cualquier ser humano que respetuosamente y en silencio desee ingresar en ellas, ¡Es Bienvenido!. No hay limitación de tiempo, puedes permanecer en la capilla todo el tiempo que tú estimes necesario.


Aquí les menciono el testimonio de un hermano, relato que tal vez pueda ayudarles a comprender lo que es la Capilla de Adoración Eucarística Perpetua y la Adoración a Jesús Sacramentado.



Ayer me miraba en un espejo y vi un rostro diferente; ¡no era el de antes!, había en los ojos un destello de sonrisa celestial una paz y dulzura que jamás habían tenido. De ellos se desprendía una luz maravillosa que ya había visto otra vez, eran los ojos de Jesús que me miraban desde el cielo diciéndome:


“No temas, soy yo que te miro y te cuido, porque ya soy parte de ti. Tú cambiaste una vida inútil y me escogiste en el momento que te había guardado esperando que tú decidieras unirte a la Adoración Eucarística Perpetua y me empezaras a conocer. Hoy veo en tus ojos, que son los míos, que me amas con el amor que yo te amo a ti, hoy eres mío y yo soy tuyo para toda la eternidad.”


Hermanos que la dulzura de Jesús Sacramentado se vierta sobre nuestros corazones y podamos transferir la bondad y paz que recibimos a todos los seres que encontremos en nuestro peregrinar terrenal y sobre todo devolverle a Dios Nuestro Señor, el mismo amor que Él nos da durante toda nuestra vida y si es su voluntad, adorarle eternamente en su mansión celestial.


Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡Viva Cristo Rey!!!

jueves, 17 de noviembre de 2011

Eucaristía, Cumbre de los Sacramentos

La Sagrada Eucaristía fue instituida como Sacramento por nuestro señor Jesucristo el Jueves Santo en la Última Cena con sus apóstoles. Es la base fundamental de nuestra iglesia y columna principal de nuestra fe.

Se le acostumbra llamar en el catolicismo además de Eucaristía con los siguientes nombres: Santa Misa; Cena del Señor; Fracción del Pan; Celebración Eucarística; Memorial de la Pasión; Muerte y Resurrección del Señor; Santo Sacrificio; Santa y Divina Liturgia; Santos Misterios; Santísimo Sacramento del Altar y Sagrada Comunión. En cada uno de estos nombres está expresada su naturaleza divina, la eterna presencia de Dios, el sacrificio por nuestra redención y la resurrección de Nuestro Señor.

Los fines de la Eucaristía en forma general son los siguientes:
  • Latréutico: para Honrar a Dios.

  • Eucarístico: para agradecer a Dios sus beneficios.

  • Propiciatorio: para darle a Dios satisfacción por nuestros pecados.

  • Impetratorio: para alcanzar todas las gracias que nos son necesarias.


En este pequeño preámbulo hemos tratado de definir con palabras lo que no se puede definir. El significado de la Eucaristía rebasa los limites de nuestra inteligencia y comprensión humana, solo con la pureza del alma en la gracia de Dios y con la fe que nos da el Espíritu Santo podemos acaso barruntar lo que es y significa la Santísima Eucaristía.


El Santo Sacramento de la Eucaristía es la eterna bondad y misericordia de Dios; es el amor infinito del Hijo de Dios por la humanidad expresado en el sacrificio de la cruz para obtener nuestra redención; es la institución de la nueva alianza de Dios con el hombre; es el misterio de la transubstanciación, es decir el cambio del pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Jesucristo; es la institución de la iglesia por su único creador, Dios nuestro Señor Jesucristo; es la base fundamental de nuestra fe litúrgica; es nuestro camino hacia Dios; es nuestra esperanza de una vida celestial; es la esencia de Dios y Espíritu Santo sembrada en nuestros corazones; es Dios mismo, es Todo.

Hermanos, recapacitemos en lo que es la Santísima Eucaristía y preguntémonos: ¿es justo y digno de un ser humano que cuando un Dios tan bueno como el nuestro, nos grita desde su soledad en alguna capilla de Adoración Eucarística Perpetua, con lágrimas en los ojos y con el corazón atravesado por nuestra indiferencia, “Tengo sed de tí hijo mío, ven a mi” y dándole la espalda le abandonamos vilmente? Crees que hay justificación y perdón para este sacrilegio? Que la respuesta te la de tu corazón.


Hermanos, abracemos y besemos la cruz de nuestro Redentor, sintamos el dolor de sus heridas, pidamos perdón por lo mucho que a diario le ofendemos, oremos sin descanso día y noche, hagamos que se instalen capillas de Adoración Eucarística Perpetua en todas y cada una de nuestras parroquias.

Pidámosles, exijámosles a nuestros párrocos que las establezcan para nuestro bien, el de toda nuestra nación y sobre todo para la gloria de Dios Nuestro Señor.


Alabado y adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!

jueves, 10 de noviembre de 2011

¿Qué Recibimos de Dios?... y ¿Qué le Damos a Dios?

¿Alguna vez nos hemos hecho esta pregunta y nos la hemos contestado con toda la sinceridad de nuestros corazones?


Meditemos un poco en nuestras respuestas sean de cualquier tipo o calidad espiritual, abramos nuestros corazones con auténtica naturaleza y hagamos un escrupuloso examen de conciencia basado en la verdad.

Veamos primero, ¿Qué, cuánto y cómo recibimos de Dios?... Vayamos poniendo estos hechos en el platillo derecho de una báscula imaginaria o tal vez mejor tomemos unas hojas en blanco y dividámoslas en dos grupos cuyos títulos serán uno: “Recibido de Dios” y el otro grupo: “Dado a Dios”



Recibido de Dios

Comenzamos por el principio, Dios nos dio unos padres que con amor nos trajeron al mundo, al cual llegamos sanos y sin defecto físico alguno. Luego nos regaló el Bautismo y nos dio al Espíritu Santo mediante el cual nos convertimos en Santos sin pecado.

Después nos permitió recibir la Sagrada Eucaristía mediante la cual entró Dios a nuestros corazones envolviendo a nuestras almas con su amor infinito.
Luego nos dio el Sacramento de la Confirmación por el cual nos reafirmamos como fieles seguidores de nuestra fe.

¡Qué hermoso principio, qué innegables y verdaderas muestras del amor de Dios!

Seguimos con nuestras vidas...y en ellas Dios nos dio y nos sigue dando incontables muestras de su infinito amor y misericordia, que no podríamos relatar completamente, porque ellas nos seguirán siendo dadas hasta el último segundo de nuestras vidas terrenales.

¡Cuántas veces nos dio el perdón por nuestros pecados! ¡Cuántas otras nos protegió de males, desgracias y enfermedades! ¡Cuántas más nos reconfortó en nuestros sufrimientos, fracasos y desengaños! ¡Cuántas innumerables veces nos dio a escoger entre el bien y el mal, entre la soberbia, la avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza y la humildad, generosidad, castidad, paciencia, templanza, caridad, diligencia… y escogimos el mal… y Dios nos perdonó!

Por último a nuestra muerte con el sacrificio de su vida en la cruz nos dio la Resurrección a la vida eterna. ¿Quién podría darnos más de lo que Dios nos dio, nos da y nos sigue dando? La respuesta es obvia, NADIE.




Dios es nuestro padre, nuestro eterno benefactor y que nos da a todos lo que todos con justicia merecemos, la vida eterna a su derecha en unión de Jesucristo Dios nuestro Señor, el Espíritu Santo y acompañado de la Santísima Virgen María, los ángeles y santos de su reino celestial.

Dado a dios

Nada, absolutamente nada. ¡Comparado con todo lo que Él nos da!


Hermanos, oremos con toda nuestra devoción, respeto y amor a nuestro Señor y creador. Cumplamos sus mandamientos, sobre todo, el primero:

Amar a Dios sobre todas las cosas.



Vayamos a visitar a Dios vivo en persona a nuestras Capillas de Adoración Eucarística Perpetua, no una hora a la semana, sino dos, tres hasta que lo hagamos todos los días, para poder retribuirle en algo todo lo que Dios nos da.

Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado.
¡¡¡Viva Cristo rey!!!

jueves, 3 de noviembre de 2011

Unción de los Enfermos.

Es el quinto de los siete Sacramentos de la Santa Iglesia Católica y, como todos, fue instituido por Nuestro Señor Jesucristo sin establecerse cuando y donde lo hizo.


En las sagradas escrituras se le menciona en la Carta del Apóstol Santiago y dice:


“¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.” (Ver: St. 5, 14-15)

En un principio este sacramento se denominó como Extrema Unción, y era administrado solamente a los enfermos al borde de la muerte, pero el Concilio Vaticano II lo cambió a Unción de los Enfermos, ya que responde a la necesidad de asistir o pedir por la salud de los enfermos para que el Espíritu Santo los acompañe y reconforte.


Debido a su nombre original muchos enfermos se negaban a que se les administrara este sacramento ya que lo consideraban como una sentencia de muerte.




El rito, consiste en ungir al enfermo con óleo bendecido el Jueves Santo en la Misa Crismal, haciendo tres veces la Señal de la Cruz en la frente y también en las manos. Después el sacerdote dice la siguiente oración:


“Por esta santa oración y por su bondadosa misericordia,
te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo.
Para que libre de tus pecados te conceda la salvación
y te conforte en tu enfermedad.
Amén.”


Este sacramento es administrado al católico que así lo desee y que pase por una enfermedad o situación de vejez crítica que amenace su vida, para que obtenga la fuerza necesaria para soportar y aceptar su padecimiento.


En caso de no estar en pleno uso de su razón y siempre y cuando se compruebe su catolicismo profesante y haber dispuesto en uso de su razón que se le administrara la unción, el sacerdote así lo hará.


El Sacramento de la Unción de los Enfermos podrá administrarse en varias ocasiones que así lo ameriten a la misma persona sin que sea pecado.




Como podemos darnos cuenta, este Sacramento es a una vez más muestra del innegable amor y misericordia que Dios tiene para con nosotros ya que mediante él recibimos los siguientes efectos:


  • Consuelo, paz y ánimo para vencer las dificultades propias de la enfermedad o de la vejez.


  • Perdón de los pecados. Siempre y cuando exista el arrepentimiento y confesión de los mismos.


  • La unión a la pasión de Cristo mediante la cual aceptamos de corazón los sufrimientos de Jesús en la Cruz por nuestra salvación.


  • Preparación para la vida eterna.



Es pues queridos hermanos que debemos de estar preparados para aceptar la imposición de este Sacramento para cuando nos sea necesario y no rechazarlo por temores infundados sino recibirlo con el corazón y mente como una gracia más que nos ofrece nuestro Padre Celestial como prueba de su infinito amor.




Jesús, Hijo de Dios y Señor mío,
Quisiera morir un Viernes Santo
A las tres de la tarde.
Abrazando y besando tu Cruz,
Consolado por San Francisco de Asís
Y el Santo Papa Juan Pablo II.
Y que la Inmaculada Virgen María
Me lleve y me deje de rodillas a los pies,
de Tu Padre, Mi Dios Creador,
A Quien Adoraré eternamente.


ALABADO Y ADORADO SEA POR SIEMPRE JESUS SACRAMENTADO.


¡¡¡VIVA CRISTO REY!!!