La pregunta tiene el propósito de que tú te digas a ti mismo ¿cómo lo haces?
Primeramente tienes que saber que te estás dirigiendo a tu Dios, creador de todo lo que existe en el universo, incluyéndote a ti. Es el que merece más respeto y amor que el que puedas dar aún a tus seres más queridos, tus padres, y hasta tus hijos.
Sin embargo nuestra ingrata condición humana, nos da la licencia falsa, de poderle hablar de igual a igual. Pedirle y exigirle cosas que Él por su voluntad podría darte, y cuando no recibes lo que pides, te enojas y reniegas de Él.
¡Horrible soberbia!, producto de una creencia sin fe, de un pedir como un derecho materializado por sentir el placer de la satisfacción personal.
- A Dios hay que hablarle con humildad, con infinito amor, decirle con la voz más pura del alma que le venimos a visitar para adorarle y entregarle todo lo que tenemos, sin esperar recibir nada a cambio.
- Darle gracias por su misericordia infinita para con nosotros, de su infinito amor que nos otorga por el simple hecho de que somos su creación.
- Hablémosle a su Sagrado Corazón con pensamientos inmaculados y llenos de confianza en su divina voluntad.
- Entreguémosle nuestra vida para que Él la haga un modelo de sus virtudes y nos permita ser parte de Él, para poder entregarle el mismo amor que Él nos da.
- Roguémosle que nos aumente la fe, que viva en nuestros corazones y que jamás nos deje solos en nuestras angustias y necesidades. Él sabe de antemano de nuestras debilidades y de nuestras fortalezas, no necesitamos recordárselas.
¡Señor y Dios mío en tu manos encomiendo
mi vida, mi espíritu y todo mi ser!
Debemos aprender a dirigirnos a Jesús Vivo en el Santísimo Misterio de la Divina Eucaristía. Jesús, es nuestro Dios, único y verdadero. Cuando llegamos a su morada santa, allí está Él esperándonos ansiosamente.
¿Qué no harías si en ese momento, en lugar de entrar a la Capilla de Adoración Eucarística Perpetua, estuvieras entrando al Palacio en la Santa Sede y se apareciera el Papa en persona a recibirte a ti personalmente?... De seguro te arrodillarías y lleno de felicidad agradecerías la deferencia del Sumo Pontífice para contigo, humilde pecador.
¿Sientes la misma inmensa felicidad y alegría
cuando entras y ves a Jesús Sacramentado esperándote?
Ojala fuera un millón de veces más sublime el momento que ves a tu Dios Vivo, que viendo a su Vicario en la tierra... ¿Dímelo tú?
Al entrar en sublime contacto con tu Dios, Jesús Sacramentado, no le saludes como lo haces con cualquiera de tus amigos o familiares, póstrate de rodillas en señal de respetuosa sumisión y si por algún motivo imperioso, no puedes hincarte, humildemente, inclina tu cabeza y en una única reverencia dedicada exclusivamente para Él, haz que tu alma se postre a sus pies y que tu corazón, en trémulo trepidar amoroso, le adore en un silencioso resplandor de infinita veneración.
Ahora ya puedes hablar cara a cara con Jesús, deja que Él te envuelva en su luminosidad protectora y que derrame sobre todo tu ser la divina gracia de su amor y paz celestial.
¡Deja que te atraviese en ese instante la sangre que fluye de su sagrado corazón y que ya no seas tú, sino Jesús Sacramentado quien fluye y vive en ti!
Ya puedes hablarle, ¡ya eres parte de Él!, dile sin ambages, sinceramente, con inquebrantable fe:
¡Gracias, Señor y Dios Mío!
Bendito sea el Padre,
Bendito sea el Hijo,
Bendito sea el Espíritu Santo,
Bendita sea la Santísima Trinidad y
Bendita sea también la
Santísima, Purísima y Castísima
Virgen María, Madre de Dios.
Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!