El Amor, la Fe y la Humildad son las piedras angulares en las que se cimienta el logro de la Santidad. Son los fundamentos necesarios e indispensables que necesitamos para edificar en nuestro ser el estado de la Santidad.
El amor, bajo el concepto puramente espiritual, es el sentimiento que nos inspira a expresar, mediante pensamientos y acciones, el profundo cariño y estima hacia cualquier ser viviente.
El amor es el principio que establece la relación humana con verdadera dignidad y profundidad que nos lleva a tener el poder de unir, guiar y liberar a todo el que ama y también al que es amado.
El amor espiritual no es solo un deseo o una pasión hacia una persona o un objeto, sino la conciencia absoluta, completa y desinteresada; este amor se da cuando el alma se da totalmente a otra alma, desinteresadamente con el fin de establecer la vigencia del amor que Cristo nos enseñó a practicar.
El amor proviene de Dios,
porque Dios es Amor;
no tiene más limite que la eternidad,
porque emana de un Ser Eterno
y nos fue entregado para que lo prodigáramos sin reservas
a todo aquel que lo necesitara.
Cuando esto sucede, es imposible que haya enemistad, odio, desconfianza, recelo, bajas pasiones, solo existirá la paz, la armonía, la bondad y la más pura relación de amistad entre el que da y recibe el verdadero amor espiritual.
“La Fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado solo la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la Fe de otro y debe transmitirla a otro.
Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra Fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. "Yo no puedo creer sin ser sostenido por la Fe de otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de otros”
La Fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve:
Esperamos que Jesús venga de nuevo a la tierra para juzgar a vivos y muertos.
Creemos en la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, sin que la hayamos visto.
En las Sagradas Escrituras hay muchos pasajes en los que se narran los efectos de la Fe y de la falta de Fe.
Cuando Jesús se apareció a los apóstoles le dijo a Tomás: “Porque me has visto has creído, dichosos los que no han visto y han creído.”
Cuando Jesús caminaba sobre las aguas invitó a Pedro a seguirle, éste saltó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua, pero una duda le acometió y empezó a hundirse, a lo que Jesús le extendió la mano y levantándolo le dijo: “Levántate hombre de poca Fe”
En cambio, como ejemplo de Fe se narra el caso de la mujer que padecía de hemorragias por más de 18 años, se acercó por detrás al Maestro y tocando su túnica pidió curarse, al darse cuenta Jesús se volvió a la mujer y le dijo: “Véte, estás sana, tu Fe te ha curado.”
y de los dogmas instituidos por la Santa Iglesia.
La fe, por lo tanto, es la semilla
que crece día a día
en el alma y corazón de aquellos seres
destinados a la Santidad.
La Humildad es la virtud del hombre que reconoce que de sí mismo solo tiene la nada y el pecado. Y que todo lo bueno es un don que recibe de Dios. El hombre humilde no aspira a la grandeza personal solo se satisface en servir a Dios y a sus semejantes. Da todo sin esperar recibir nada a cambio.
La Humildad no solo se opone al orgullo sino también a la auto humillación porque de esta manera dejaría de reconocer los Dones de Dios y de usarlos según su Divina Voluntad.
La Humildad es la virtud
opuesta al mayor de los pecados
que es la soberbia.
En conclusión el Amor, la Fe y la Humildad es el trino inseparable de la Santidad.
¡¡Ninguna puede ser eficaz sin el concurso de las otras dos!!
Queridos hermanos procuremos con nuestras acciones fortalecer los dones del amor, fe y humildad que hemos recibido de nuestro Dios y Creador.
Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!