miércoles, 8 de agosto de 2012

Las Bienaventuranzas o el Sermón de la Montaña.


En repetidas ocasiones hemos escuchado estas palabras de Jesús, más sin embargo no nos hemos percatado cabal y plenamente de lo que ellas significan.

  
Las Bienaventuranzas (Mateo 5, 1-12):

Jesús, al ver a toda esa muchedumbre, subió al monte. Allí se sentó y sus discípulos se le acercaron. Comenzó a hablar y les enseñaba así:
¡Felices los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos!
         ¡Felices los que lloran, porque recibirán consuelo!
¡Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia!
¡Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados!
¡Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia!
¡Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios!
¡Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios!
¡Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos!
¡Dichosos ustedes que por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos, porque  será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así trataron a los profetas que hubo antes que ustedes!

En el Evangelio de San Mateo se da inicio al Sermón de la Montaña con frases tan contundentes como desconcertantes, ya que Cristo ofrece felicidad y bienaventuranza a lo que el mundo considera infelicidad y desdicha.

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.- La pobreza no es un bien ni la riqueza es un mal. No es el hecho de ser pobres lo que nos hace agradables a Dios, sino nuestra actitud con respecto a la riqueza material, un pobre puede estar lleno de odio, de envidia y de pasiones como un rico puede ser generoso, magnánimo y  desprendido interiormente de la riqueza material. No hay que entender la pobreza de espíritu con la falta de valor. Dios no bendice a los cobardes.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.- Dios en la tierra nos consuela de nuestros sufrimientos, y es un consuelo saber que nos ama y nos escucha. Consuelo es también  tener la fe y confianza de que Dios nos dará en la otra vida más de lo que podríamos esperar y merecer.

Bienaventurados los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.- No es que Jesús prometa una recompensa material en esta bienaventuranza ni en ninguna otra; se refiere específicamente a la tierra prometida de su Reino Celestial.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.- He aquí otro significado en los tiempos de Jesús de la palabra justo, que también quería decir Santo y justicia Santidad. Porque el hombre que busca ser Santo, con fe y verdadero empeño podrá alcanzar la santidad.

Bienaventurados los compasivos, porque obtendrán misericordia.- Aquel que hace una buena acción hacia su prójimo es como si lo hiciera con el mismo Jesús, por lo tanto Dios hará que otro le retribuya con creces lo que él ha dado de buena fe.

Bienaventurados los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.- ¿Qué mayor recompensa puede esperar un ser humano que cumple con los preceptos cristianos y que su alma está libre de mancha de pecado, que la de ver la luz del rostro de Jesús al final de sus días de tránsito por esta tierra?

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán reconocidos como Hijos de Dios.- Si el saludo habitual de Jesús era dar la paz, no como la dan los hombres, sino como la daba Él, que era Dios, transmitiendo al alma del saludado la felicidad total de desprenderse de todo lo material y vivir una vida santa y espiritual. ¿No serán acaso reconocidos como Hijos de Dios los que trabajan por esa Paz de Dios?

Bienaventurados los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos.- La esencia del bien es Dios mismo, de allí que todos aquellos que sean perseguidos, sean maldecidos y se les levanten injurias y toda clase de calumnias por causa de Dios, de ellos por seguro es el Reino de los Cielos, morada de Dios Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Hermanos,  el Sermón de la Montaña  que nos enseña Jesús, es la nueva versión de los mandamientos de Moisés y junto con ellos conforman los preceptos de la Nueva Alianza entre Dios y el hombre por la cual se inmoló por nosotros el Cordero de Dios.



Alabado y adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡Viva Cristo rey!!!

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