miércoles, 2 de diciembre de 2015

Diciembre, Mes de Grandes Acontecimientos en la Iglesia Católica


Aunque ocurrió el domingo 29 de Noviembre, el inicio del Tiempo de Adviento es durante el mes de Diciembre, en que celebramos casi íntegramente la festividad que corresponde a dicho tiempo del Año Litúrgico.

Este es un tiempo de oración, reflexión y preparación para el nacimiento de Jesús, Nuestro Redentor.

Como símbolo representativo utilizamos la Corona de Adviento en la que colocamos cinco velas, tres de color morado, una de color rosa y una de color blanco. 

Las tres primeras identifican al color del tiempo de Adviento, el color morado, la rosa es la penúltima en encenderse y señala la cercanía de la navidad, y la última es la vela de color blanco, que identifica la Luz del Amor, Poder y Gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que se derrama en nuestros corazones para llenarnos de amor, fe y alegría por el nacimiento y la encarnación de Nuestro Señor y Salvador.


El día 8 de Diciembre celebramos la Fiesta y Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Fecha de por sí llena de amor y luminosidad propia porque es el glorioso día de la concepción de la Madre de Jesús, el Hijo de Dios y Señor Nuestro.

En este año de 2015 el Papa Francisco ha establecido el inicio del Año Santo el 8 de Diciembre, Año de la Misericordia Infinita de Dios, para con todos sus hijos bautizados en la fe por la Gracia de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Año y que terminará el 20 de Noviembre del 2016, Fiesta de Cristo Rey y fin también, del Año Litúrgico del 2016.

Esta es la oración del Papa Francisco por el Año de la Misericordia:

Señor Jesucristo, Tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del Cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve a Él también.
Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación. Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero. Y a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro después de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la Samaritana: ¡Si conocieras el Don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre Invisible, del Dios que manifiesta su Omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia.
Haz que en el mundo, la iglesia sea el rostro visible de Tí, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido también que tus ministros sean revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: Haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un Año de Gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres, proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos, y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por la intercesión de María, Madre de la Misericordia, a Tí que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por lo siglos de los siglos, Amén.


El 25 de Diciembre es el día de la Solemne Fiesta de la Natividad del Señor, el día esperado por los patriarcas y anticipado por los profetas, el Nacimiento del Mesías, del Hijo de Dios y el de nuestro Redentor y Salvador.

San Lucas 2, 1-14: “……………….en aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó; la Gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo: No temáis, les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo; hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador; el mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal; encontrareis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial que alababa a Dios, diciendo:

Gloria a Dios en el Cielo y paz en la tierra a los

hombres que ama el Señor.


Estas dos solemnidades de la iglesia en la que por nuestra fe y nuestro amor alabamos y reconocemos la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y de su Santísima Madre, la siempre Virgen María, nos llena el alma de regocijo de tener en el Cielo un Dios todo bondad y una Madre toda amor que nos protegen y guían para que podamos alcanzar la Vida Eterna y estar junto a ellos, adorando y glorificando a Dios Todopoderoso, por los siglos de los siglos. Amén.



Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!

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