miércoles, 13 de julio de 2016

El Mundo Actual dominado por el Príncipe de los Infiernos



La vorágine implacable de la maldad se agiganta cada día más y sus contaminantes malignos se apoderan de la humana comparsa que adora a Satanás.

Ya no existe en este mundo una sola nación que haya podido vencer al material encanto de los placeres que les ofrece el dragón de las tinieblas, engendro de odio y corrupción.

Todos vivimos asfixiados por una atmósfera infectada por el mal y el vivir en este entorno, nos corrompe sin desearlo, en seres indolentes a esta denigrante realidad.

Nos parecieran muy duras estas frases al leerlas, como también a nosotros, al escribirlas; pero es necesario y urgente que despertemos del satánico embrujo que nos va devorando poco a poco.

La corrupción, los crímenes, el odio, la traición, la mentira, las guerras entre hermanos, la explotación del pobre, la soberbia de los poderosos, la injusticia, son ejemplos de nuestro diario acontecer. Respiramos sumergidos en el hedor de nuestra conducta que nos impide ya distinguir de lo que huele bien a lo que apesta. Y así, como unos zombies,  vamos deambulando hacia el destino de nuestra perdición.

Nuestra propia Santa Iglesia, en parte, se va también contaminando. Allí están los malos ejemplos de los dignatarios eclesiásticos que se dejan poseer por la contumacia en el pecado, ya sea éste de orden carnal, financiero o espiritual. Y de muchos sacerdotes que olvidan su divina consagración y actúan como verdaderos sirvientes del demonio y sus tentaciones.

Y qué no decir, de todos nosotros, los laicos bautizados y miembros de esta iglesia que el mismo Jesús instituyó. ¿Acaso estamos libres de la contaminación corruptora?, ¡No!, somos peores porque aparentamos ser lo que no somos... 

¡Somos lobos despiadados disfrazados de humildes ovejas!

En nuestro orden de prioridades primero estoy yo, luego nuestra familia y si alcanza algo, allí está el prójimo. Cumplimos con nuestros mandamientos y preceptos por íntima obligación pero no por amor y devoción.

Sería muy largo y penoso exponer más de lo que ya sabemos que somos. Unas pobres creaturas con muy poca fe y menos esperanza.

Sin embargo, Dios nos ama y es infinitamente misericordioso, por eso existen seres que como una pequeña lucecita en medio de las tinieblas, nos muestran que ¡No todo está perdido!... Son los verdaderos católicos consagrados y laicos que contra todo el mal que les acecha, siguen amorosamente el camino que Jesucristo les enseñó y no desmayan en devolver al descarriado a la paz sacrosanta del redil. 

¡Benditos hombres y mujeres que aman a Dios sobre todas las cosas,
que aman a sus prójimos como a sí mismos!

Elegidos por la divinidad para ser los artífices de la regeneración humana y preparar el camino para la Segunda Venida de nuestro Dios y Señor encarnado en su divino hijo, Jesús.

Queridos hermanos, unamos nuestras voluntades y arrojemos al demonio de nuestros corazones, hagamos penitencia y más oración y pidamos arrepentidos perdón por las ofensas cometidas a Dios y a nuestros semejantes.

Volvamos nuestros ojos límpidos y puros por las lágrimas de arrepentimiento derramadas; y con el alma, ofrezcamos a la santísima, castísima y purísima siempre Virgen María nuestro veraz y contundente arrepentimiento y que ella lo lleve ante su divino hijo Jesús, nuestro Dios y Señor.



Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!


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