jueves, 5 de noviembre de 2015

La Palabra de Jesús es Contundente


"En aquel tiempo mucha gente acompañaba a Jesús; Él se volvió y les dijo: “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío  …… Lo mismo vosotros, quien no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.”     Santo Evangelio según San Lucas (14, 25-33)

Estas son palabras terribles a nuestros oídos. Pensamos con pensamientos infiltrados por el egoísmo de nuestra naturaleza más terrenal que espiritual. Es la lucha antagónica entre lo material y lo divino. Es nuestra duda de seres humanos y la divinidad eterna que llevamos sembrada en nuestras almas.

Muchos de nosotros que nos consideramos fieles cristianos, no hemos querido analizar siquiera estas palabras de Jesús, Dios y Señor Nuestro. Es una confrontación intima que no deseamos experimentar porque ciertamente vacilaríamos sin llegar a una decisión final. ¿Primero Dios que mi madre?... ¿que mis hijos?

Mas esta es la prueba rotunda de la fe y del amor que tenemos para con nuestro Dios y Creador. De la mucha fe y amor que tuvo Abraham en aceptar el sacrificio de su hijo Isaac y de la poca que tuvo el joven rico cuando se le pidió que vendiera todos sus bienes y el dinero obtenido lo repartiera entre los pobres, mas el joven se puso triste y se alejó porque tenía muchas riquezas.


Desde la tranquilidad en donde estamos leyendo estas líneas, nos es muy fácil pensar que sí haríamos lo que Jesús nos pide. Pero llegado el momento de la encrucijada ¿qué haríamos?...


¿Verdaderamente, abandonar a nuestra muy amada y querida madre
y seguir el llamado de nuestro Dios?

Piénsalo con la honradez y verdad de tu corazón; ¿cuántas veces no hemos dejado de asistir al Santo Sacrificio de la Misa en Domingo o Día de Precepto, porque teníamos enfermo en cama a un familiar nuestro?... Esta es una decisión no muy difícil de tomar, es solo una hora y sin embargo relegamos a Dios. 

¿Cuál será entonces nuestra decisión cuando el abandono
del ser amado sea definitivo y total?

El Reino de los Cielos es un lugar al que llegaremos por nuestros propios méritos, por nuestras acciones y nuestro cumplimiento estricto con todos los mandamientos de Dios.

El camino hacia la vida eterna es estrecho y lleno de dolor y sacrificio seguimos a Jesús con nuestra cruz a cuestas, azotados por enfermedades, lacerados por la pobreza, revestidos por las falsas murmuraciones y el odio de los que nos desprecian y nos humillan.

Gozo enorme, felicidad incomparable y amor eterno a Dios por habernos puesto en su camino para que viviendo los sufrimientos que Jesús Nuestro Señor sufrió en su pasión, podamos ser dignos algún día de contemplar la divina luz de su rostro y alabar y adorar a Dios Padre Todopoderoso por toda la eternidad, acompañados de la Santísima Virgen María, Madre de Dios.



Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡Viva Cristo Rey!!!

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