miércoles, 4 de septiembre de 2013

Septiembre 8, Natividad de la Virgen María


En el siglo VI la Iglesia Universal señaló la Fiesta Litúrgica del Nacimiento de la Santísima Virgen María el día 8 de Septiembre. Exactamente nueve meses después de su Inmaculada Concepción el día 8 de Diciembre.

Los padres de María fueron San Joaquín y Santa Ana, quienes no podían tener descendencia debido a la esterilidad de Ana, pero Dios Todopoderoso escuchó las oraciones y plegarias de ambos y mediante su divina intervención, produjo la Inmaculada Concepción de la futura madre de Jesús.

Muy poco es lo que conocemos acerca de la niñez y juventud de María, pero nos atrevemos a imaginar que por ser la escogida por Dios para ser la madre de su unigénito, debió ser una niña y joven bendecida por todos los dones de bien que puso Dios en su alma y corazón.

Aparece en las Sagradas Escrituras cuando el ángel Gabriel le anuncia que será concebida por el Espíritu Santo y que el fruto de su vientre sería  Jesús el Hijo de Dios. Su respuesta fue inmediata: 
“He aquí a la esclava del señor, hágase en mi tu palabra”. 
Y con este la Santísima Virgen María aceptó que de su carne el Verbo se hiciera carne y naciera en Belén y se hiciera hombre y entregara su vida para redimirnos del pecado y abrirnos las puertas del reino celestial.

Son muchos los pasajes de la vida de la Inmaculada Virgen María que se describen en los evangelios, siempre siguiendo a Jesús, desde su primer milagro en las bodas de cana hasta su muerte crucificado en la cruz. Después de la Resurrección de Jesús y su Ascensión al cielo,  María pasó el resto de su vida terrenal en compañía de los apóstoles y junto con ellos recibió al Espíritu Santo.

Llegado el momento del final de su vida,  Dios la elevó al cielo en cuerpo y alma como divino colofón por ser la madre de Jesucristo, Dios Hijo y Señor Nuestro.

Desde el momento de su Divina Asunción, la Virgen María con todo su amor de madre ha velado por la salvación de todos los hombres. Pidiéndonos que sigamos el camino de Jesús y hagamos todo lo que Él nos dice. 

La prueba de lo anterior se testimonia en las diferentes apariciones de nuestra bendita y santa Madre Celestial, para demostrarnos que el amor de su corazón por nosotros es eterno y que nunca nos abandonará hasta que seamos uno con ella y su divino hijo en la gloria celestial.

Es mucho lo que tenemos que tributar en agradecimiento a la Virgen María y muy poco lo que en realidad hacemos. Debemos romper nuestros corazones con las aristas de nuestras oraciones para que pueda ella entrar en ellos y regalarnos su inmenso y eterno amor de madre;  y sea la puerta que nos lleve a su amado hijo que tiernamente nos recibirá  por haber sido conducidos hasta Él por su Santísima Madre.

Madre mía, rocío matinal que aplaca mi sed de amor, derrama sobre mí la dulzura de tu mirada angelical y haz de este pobre pecador, para siempre tu humilde servidor.

Queridos hermanos, el próximo domingo 8 de Septiembre, en el que todos asistiremos al Santo Sacrificio de la Misa, busquemos en el templo una imagen de la Santísima Virgen María y postrándonos de rodillas a sus pies dediquémosle de todo corazón nuestro mejor pensamiento, para decirle: 

“Esto es  lo que en el alma siento,
en el día de tu glorioso y bendito  nacimiento”.



Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado


¡¡¡Viva Cristo rey!!!

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