miércoles, 14 de octubre de 2015

Dios está en Nosotros y No lo Percibimos.


Desde el momento en que fuimos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la Gracia de Dios nos convirtió en hijos suyos para siempre. Dejamos de ser creaturas  y renacimos, al recibir este Sacramento, como cristianos miembros de la Iglesia Católica.

Pasados unos años de nuestra existencia, el entorno familiar, los amigos y el medio ambiente mundano que nos rodea fue llenando nuestros sentidos de inquietudes impías, de falsas promesas inducidas por  el maligno.

La vorágine del placer nos fue envolviendo en su espiral de ilusos cánticos de sirenas, que nos hicieron olvidar a Dios.

En muchas ocasiones nuestra conciencia guiada por la mano de Dios nos recriminaba el haber decidido caminar por la senda equivocada, mas nuestros sentidos embotados por el pecado y nuestra alma adormitada por la satánica música del mal ¡no percibía la llamada de Dios!.

Ante todo este tenebroso destino que nos trazamos por la voluntad propia de nuestra repugnante soberbia, apareció la luz que todo lo puede, la luz de la Infinita Misericordia de Dios y despertó nuestra alma de su horrible pesadilla.

Recobramos el juicio y nos despojamos de todas las vestiduras pecaminosas que cubrían nuestra mente, alma y pensamiento, y postrados humildemente ante Dios, nos reconciliamos con Él, en el Sacramento de la Confesión, del  arrepentimiento y de la penitencia. Y nuestra alma quedó sana por el infinito amor de Dios,  nuestro Creador y Señor.

Queridos hermanos,  que hoy están alejados de Dios, detengan sus pasos en el camino equivocado, despierten esa alma adormitada, vuelvan sus  ojos a ese rincón de vuestros corazones donde Dios les  espera con su eterno amor e infinito perdón.

No hay cosa que Dios no pueda hacer por el poder que tiene sobre todo, tanto en la tierra como en el cielo.

El perdón de Dios no tiene límite, no hay pecado ni ofensa que Él no pueda perdonar. Su amor por nosotros, sin excepción, es inagotable y lo derrama sobre todo aquel que de corazón quiere ser perdonado y arrepentido promete con promesa sincera y humilde, jamás volver a ofender a Dios con el pecado.

Que la Santísima Virgen María, la dulce María, sea nuestra intercesora ante su Divino Hijo para que lleve nuestra promesa de enmienda al Padre Dios Todopoderoso.

Que tus oraciones y plegarias sean incesantes y prometas hacer una vida donde toda ella esté centrada en el amor a Dios. Que ames a tus enemigos, que ores por todos los pobres, enfermos y necesitados del mundo. Que tus oraciones sean rubricadas por tus acciones. ¡Que pidas un poco menos y des mucho más!

Que si cumples este cambio de vida te aseguro que día a día te veras que creces en santidad, porque esa es la voluntad de Dios, que todos seamos santos, y el día que esto suceda habrá fiesta en el cielo porque ¡ya tenemos un nuevo santo en la tierra!


Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!


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