miércoles, 1 de abril de 2015

¡Que la Humildad cubra nuestros corazones en la Celebración de la Semana Santa!


Nuestro pueblo, enclavado en la parte sur del Continente Americano, se aprestaba como cada año lo hacía a recordar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, nuestro Divino Redentor.
Las pláticas previas al más importante acto de nuestro Calendario Litúrgico habían sido directa y personalmente llevadas a cabo por nuestro Párroco, durante el Tiempo de Cuaresma, período de cuarenta días de penitencia y oración, en el cual nos preparábamos todos los fieles de la Parroquia, para debidamente cumplir con las celebraciones y ritos según lo aprobado por nuestra Santa Iglesia.
No se necesitaban anuncios multicolores ni espectaculares avisos para indicarnos los horarios y días de las referidas charlas o pláticas de preparación. La voz de nuestro Pastor nos lo hacía saber durante los anuncios que él mismo nos daba al finalizar la Eucaristía Dominical.
Sus palabras quedaban grabadas en nuestras mentes con letras de recordatorio obediente, que cumplíamos todos, hombres, mujeres, niños, jóvenes, adultos y ancianos.
Todos religiosamente asistíamos en el día y hora programadas, no había excusas, para llegar tarde ni de parte del Párroco ni de sus feligreses. A la hora establecida empezaba el evento, siempre con el templo lleno de gente ávida de escuchar, meditar y ejecutar lo eficazmente sugerido por nuestro respetado y querido "padrecito".

Esta breve reseña de tiempos pasados, es necesaria para llegar al significado del título de nuestro artículo: "Que la humildad cubra nuestros corazones en la celebración de la Semana Santa".  Y he aquí a continuación, mi humilde contribución.

Hoy en nuestros días las festividades religiosas son celebradas con grandes despliegues y retoques de exagerada exhibición exterior, es algo que uno no se imagina, es algo que uno siente vivamente. El participante, generalizando, es meramente un asistente presente solo en cuerpo; su alma divaga, igual que sus pensamientos, en sucesos ajenos al Acto Litúrgico,  no hay devoción, no hay compromiso, no hay humildad, por lo tanto no hay amor a lo que se está celebrando.

No hay devoción porque la mayoría de los asistentes, no tienen  el fervor religioso para cumplir la práctica religiosa,  de acuerdo a lo requerido y exigido por la Liturgia de la iglesia.

No hay compromiso porque no hay sinceridad en la obligación comprometida, es decir, la voluntad  de usufructo personal se sobrepone al motivo  principal que es la alabanza y adoración a Dios.

No hay humildad, porque para poder venerar, alabar y adorar a Dios no se puede ser orgulloso, ya que el orgullo es el exceso de estimación propia y el primer paso hacia la soberbia. La humildad abre nuestros corazones a la confianza de Dios.

Hoy es Miércoles Santo... ¡Ya debemos estar preparados, 
para la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús!.


Que nuestra presencia a todas y cada una de las Celebraciones Litúrgicas del Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Pascua, lleven nuestra devoción, nuestro compromiso y humildad. Y que cada uno de los actos conmemorativos del Sacrificio del Hijo de Dios nos contenga física y espiritualmente en el amor infinito que debemos a quien por amor nos dio la Vida Eterna.

  • Que el corazón se nos atraviese por el dolor que experimentó Jesús al ser clavado en la cruz.
  • Que las heridas sufridas por Él sean perennes en nuestra alma para así poder cada día de nuestra existencia sentir el precio que fue pagado por nuestra redención.
  • Y que el Domingo de Pascua, gocemos junto con la Santísima Virgen  María, los ángeles y todos los santos, al poder decir al mundo entero: 


"El Señor ha Resucitado!. 

¡Este es mi Dios, mi salvador!



Alabado y adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!

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