Nuestras costumbres y nuestra mentalidad siempre nos llevan a comprometernos de palabra. Sea cual fuere el compromiso a que nos obligamos, siempre lo hacemos por contentar a quien sea que le demos nuestra palabra de cumplimiento.
Es una falsa imagen que nos creamos equivocadamente de nuestra personalidad. Casi siempre estamos aparentando lo que no somos.
Esto es una herencia que recibimos de nuestro entorno familiar y de comunidad. El ejemplo va moldeando nuestra mentalidad y se nos hace muy fácil ofrecer y nunca cumplir.
Y así, sin pensarlo, engañamos y al mismo tiempo nos engañamos a nosotros mismos, convirtiendo una costumbre en un mal hábito.
Nuestra mente se corrompe y nuestro corazón se va endureciendo poco a poco. Al final nadie confía en nosotros y nadie nos cree.
Nuestra fe se debilita y muchas veces abandonamos todo lo que empezamos, hasta llegar a ser un ser sin rumbo, un alma en pena que ha perdido el camino que Jesús con tanto amor nos señaló.
Para restaurar nuestra original mentalidad debemos primeramente comprender que estamos terriblemente equivocados en nuestro concepto de lo que significa un compromiso. No podemos seguir tomando a la ligera lo que prometemos a nosotros mismos o a otros.
Debemos empezar por lo más sencillo y aplicarlo a nuestro diario vivir, como por ejemplo, cuando decimos
"Te veo a las tres de la tarde", o
"Te lo llevo el Domingo", o
"No te preocupes, yo lo haré por ti."
Todas estas promesas indudablemente son corrientes pero son una promesa, un compromiso que debemos de respetar y al cual no debemos fallar. Recuerda que va de por medio tu reputación. Este proceder debes adoptarlo como un ejercicio que repetirás con los labios y con el corazón cada vez que te comprometas. Siguiendo fielmente esta rutina descubrirás que en la repetición esta la transformación.
Ya estás listo, ¡Es hora de comprometerte con Jesús, tu Dios y Señor!.
Ya aprendiste a cumplir tu palabra con tus hermanos... ¡Es el momento de demostrar tu fidelidad con Dios!.
Has el esfuerzo final, el culmen de la aceptación de tus creencias y la reafirmación definitiva de tu fe.
¡Inscríbete como Adorador Perpetuo del Santísimo Sacramento
en el grupo de la Adoración Eucarística Perpetua!.
Nunca te podrás imaginar todos los beneficios que obtendrás sin pedirlos y que Jesús te los entregará por el infinito amor que te tiene especialmente a ti, su oveja perdida, vuelta al redil.
El día que te comprometas a pasar una hora semanal con Jesús, Dios Vivo, en la Sagrada Eucaristía, será el día más feliz de toda tu vida, ese día habrá fiesta en el cielo. Porque Dios te ama y entre muchos te ha escogido porque tú estás en su corazón desde antes de que vinieras al mundo.
La Virgen Santísima en la advocación de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, te espera amorosa, al pie de la Hostia Consagrada, para darte su celestial bienvenida y cubrirte dulcemente con su Santísimo Manto.
Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡Viva Cristo Rey!!!
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