miércoles, 20 de agosto de 2014

San Bernardo de Claraval (Clairvaux)


Estamos seguros que muchos católicos ignoramos por completo quien fue este Santo Doctor de la Iglesia, y si no hubiera sido por una insinuación del Espíritu Santo, nuestra divina inspiración, no lo hubiéramos tampoco conocido nosotros.

Es así como buscando un tema para escribir nuestro acostumbrado mensaje semanal, sin pretenderlo, encontramos a San Bernardo de Claraval, y leyendo algo sobre su vida nos enteramos entre sus muchas virtudes, la gran virtud y don que puso Dios en su mente y corazón  por intermedio de su Santo Espíritu, “Un infinito y purísimo amor a la dulce y siempre Virgen María.” 

 Entre todos los predicadores católicos, quizás es el único que haya hablado con más cariño y emoción sobre la Santísima Virgen María, que este gran Santo. Él fue  quien compuso esas últimas palabras de la oración "Salve":  

¡Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!…..

Es pues con gran fervor religioso en nuestra alma y corazón que les mostramos algunos rasgos biográficos de San Bernardo de Claraval:

Nació en Fontaine-Dijon, Borgoña, Francia, cerca de Suiza, en el año 1090. Sus padres fueron Tescelin, Señor de Fontaine y Aleth de Montbard, ambos pertenecientes a la alta nobleza de Borgoña. Bernardo era el tercero  de una familia de siete hijos,  de los cuales seis eran varones.

Desde temprana edad fue educado esmeradamente siendo a los nueve años enviado a estudiar a una famosa Escuela, Chatillon-sur-Siene; donde destacó por su gran inclinación a la literatura y se dedicó algún tiempo a la poesía. 

Ganó gran admiración de sus maestros y uno de ellos, Bossuet decía de él “Todo en él era piedad. Tenía devoción especial a la Santísima Virgen y nadie ha hablado de manera más sublime de la Reina de los Cielos.”

En el año 1113, Bernardo solicitó su ingreso al Monasterio de Citeaux, en donde fue aceptado con mucha alegría. Tres años después Bernardo fue enviado con otros monjes a fundar un nuevo monasterio en un lugar llamado Valle de la Amargura, por su aridez y soledad. El nuevo monasterio estaba situado en una alejada zona boscosa en la Diócesis de Langres. Bernardo le llamó Claire Vallée, de Clairvaux (Claraval)  y desde ese día, 25 de junio de 1115 los nombres de Claraval y Bernardo son inseparables.

Los comienzos de Claraval, fueron confusos y penosos. El régimen era tan estricto y austero que afectó la salud de Bernardo. Sin embargo el monasterio progresó rápidamente. Supo infundir de tal manera fervor y entusiasmo a sus religiosos de claraval, que habiendo comenzado con solo 20 compañeros a los pocos años tenía 130 religiosos; de este Convento de Claraval salieron monjes a formar otros 63 conventos.

En la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder tan grande de atracción; tan grande para llevar gente a la vida religiosa, como el que recibió Bernardo. Las muchachas tenían terror de que sus novios hablaran con Bernardo, lo llamaban el cazador de almas y vocaciones.

Durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa.

Finalmente a Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante y que se merecía el descanso eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo llevó feliz a su eternidad el 20 de agosto de 1153. Tenía 63 años. El Sumo Pontífice lo declaró como el Último Doctor de la Iglesia Católica.

Mención aparte es necesaria, para destacar el inmenso amor que profesaba San Bernardo de Claraval por nuestra Santísima Virgen María. Un alma tan grande y piadosa, no podía haber florecido con tan gran luminosidad,  si no llevara en su corazón,  el purísimo amor que sembró en él, la dulce Madre de Dios.
 
Siempre, durante toda su existencia terrenal, repetía en éxtasis de arrobamiento sin igual:


“Acuérdate oh Madre Santa, que jamás se oyó decir,

que alguno a ti haya acudido, sin tu auxilio recibir.”


Siguiéndola no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial.

Es éste, nuestro humilde tributo a un Santo hasta hoy, desconocido por muchos, pero no para quien lo conoce y ama con su dulce infinito amor de madre, nuestra única, excelsa Reina del Cielo y de la Tierra, la siempre Bendita e Inmaculada Madre de Dios.

Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado.

¡¡¡Viva Cristo Rey!!!


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