La Cuaresma es el período del Tiempo Litúrgico destinado por la Iglesia para la Preparación de la Fiesta de Pascua.
Durante los cuarenta días que dura la Cuaresma, los cristianos somos llamados a reforzar nuestra fe mediante diversos actos de penitencia y reflexión. No es un tiempo triste, sino más bien de meditación y conversión.
Hagamos un examen de conciencia y con sinceridad valoremos lo que la Cuaresma ha producido en nosotros. Cada persona puede haber obtenido beneficios espirituales diferentes, dependiendo de la profundidad de sus reflexiones, penitencias y prácticas religiosas que han producido en ellas un fortalecimiento de su fe y un cambio en su vida, que los ha acercado a Dios.
La Cuaresma es una imitación de Jesús en los 40 días que pasó en el desierto, en ayuno y meditación. Preparándose para enfrentar su Pasión, Muerte y Resurrección. Allí, como ser humano pudo vencer, rechazando las tentaciones que el demonio le propuso.
He aquí en detalle, la narración de una persona que explica los frutos que obtuvo de una Cuaresma bien practicada, con observación de los deberes del culto.
“He casi terminado ya mis ejercicios cuaresmales, y la renovación y cambio los siento como una luz resplandeciente que envuelve toda mi alma.
La semioscuridad que circundaba mi vida, ha sido disipada. No existen más las dudas ni las tentaciones, una suave brisa de paz acaricia por entero mi ser. Y presiento que Dios está en mi camino.
Meditando, absorto en mi contemplación espiritual, el alma ha dejado mi cuerpo y voy buscando en un hermoso valle florido la presencia de Jesús.
Percibo una vista nueva, en medio del valle alegre corretea un arroyuelo de verde azules cristalinas aguas, a un lado bajo un frondoso árbol, sentada en un peñasco diviso una luminosa figura, me acerco temeroso y temblándome el corazón reconozco a Jesús Nuestro Señor.
Postrándome con inmensa veneración, de rodillas caigo a sus pies. Mi cabeza inclinada se apoya en sus rodillas, y sin mediar palabra alguna, siento como un suave rumor me acaricia el alma haciendo que mis ojos derramen lágrimas de indecible alegría.
Nunca mi ser había experimentado un amor tan puro, tan infinito, tan sublime, ni el de mi madre, ni de nadie en el mundo podría semejarse, al amor que sentía yo, en ese celestial momento.
Creí estar soñando y en perpleja mudez absoluta, repetía
¡Perdón Señor, Perdón!... no soy digno de ni siquiera posar mis ojos en tu luminosidad.
El cortante aullar de un viento huracanado, arrancó la vivencia de mi éxtasis espiritual, y me encontré solo, frente a Jesús en la Cruz, dándole Gracias por haberme permitido y ayudado a cumplir con mi compromiso cuaresmal.”
Queridos Hermanos, en estas sencillas palabras expresadas por un ser humano, tal vez el más humilde ante los ojos de Dios, que pudo tener el deleite supremo de sentir la presencia de Jesús debido a que su fe, su renovación y su amor lo llevaron sin querer al encuentro por el que tanto suplicó y rezó en su bien administrado y ejecutado tiempo cuaresmal.
Mañana, cuando estén orando y dando Gracias a Jesús Sacramentado en la Capilla de Adoración Eucarística Perpetua, cerrando los ojos y con ferviente amor y profunda fe, digamos:
JESÚS Y SEÑOR MIO, EN TI ESPERO, EN TI CONFÍO, EN TI CREO!
Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!
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