jueves, 18 de agosto de 2011

Las Tentaciones y Nuestros Defensores.

Las tentaciones no son pecados, lo expresa definitivamente La Santa Iglesia Católica, son intentos del demonio en llevarnos al pecado cuando aceptamos conscientemente sus tentaciones. Es decir, nosotros y solo nosotros somos culpables de nuestros pecados.



Las tentaciones son pruebas a nuestra fe y fortaleza; y debemos rechazarlas en cuanto se nos presentan aunque tengan la apariencia de buenas acciones, porque el demonio es astuto y siempre tratará de engañarnos.


Una de las formas mas comunes utilizadas por el mal para hacernos caer es la de ensalzar nuestra soberbia, acrecentando nuestra vanidad por hechos notables o excelentes acciones que nos las atribuye solamente a nuestra capacidad, dejando de lado la ayuda que siempre recibimos de nuestro Dios y Señor.


Dios nos concede las gracias de la vigilancia y de la oración en nuestra lucha contra las tentaciones.


Ya lo expresó por medio de Jesús cuando dijo:

“Vigilen y Oren para no caer en la tentación.” Mateo 26, 41.


Vigilar consiste en alejarnos de las ocasiones peligrosas que sabemos nos pueden llevar a pecar.



El demonio no hace excepciones para sembrar la semilla de la tentación en el ser humano, lo hace con santos, hombres o mujeres, ricos o pobres, creyentes o no creyentes, sacerdotes o laicos no exceptúa a nadie, todos estamos en la mira de su voraz malignidad.




Hasta a Jesús quiso tentar el demonio cuando oraba en el desierto. Todos nosotros conocemos este hecho de irreverente atrevimiento, pero Jesús de inmediato lo alejó y por tres veces trató de tentarlo nuevamente hasta que el Hijo del Hombre le alejó para siempre diciendo: “Vete, Satanás, porque la escritura dice: Adora al Señor tu Dios y sírvele sólo a Él. Este hecho nos demuestra que el demonio no se detiene ante nada y ante nadie para cumplir su principal cometido, el de hacer pecar al hombre y por ende a la humanidad.



Para combatir las tentaciones poseemos dos defensores externos, primero y ante todo, Dios Todopoderoso, que siempre está dispuesto a ayudarnos en los trances de peligro y a quien debemos invocar cuando las ocasiones de pecar se nos aproximen.




También tenemos al Arcángel San Miguel, quien fue uno de los 7 Arcángeles celestiales y quien encabezó la causa de Dios cuando Luzbel se rebeló en contra de Dios. Fue el líder de los ejércitos celestiales, quien infundió la fe y fortaleza a los ángeles del Señor para derrotar y desterrar del Reino de Dios al soberbio rebelde. Son muchas las oraciones escritas para solicitar la ayuda de San Miguel, cualquiera que usen será suficiente para que de inmediato se haga presente y haga huir al demonio, que enfurecido ante su más encumbrado enemigo no le opone resistencia y huye a refugiarse derrotado en el submundo de las tinieblas de su guarida infernal.


Para terminar, queridos hermanos en Jesucristo, tenemos al Espíritu Santo, consolador y defensor nuestro desde que descendió sobre todos nosotros el día de nuestro bautismo. El Espíritu Santo nos da la fe y fortaleza para combatir las arremetidas del demonio y de sus artimañas para hacernos pecar. Con sólo invocar su ayuda, las tentaciones desaparecen de nuestra alma y no importara cuantas veces sean las que le llamemos, siempre acudirá a socorrernos.


Por esto hermanos no aceptemos las tentaciones, rechacèmoslas de inmediato, Dios está con Nosotros... ¿quién podrá estar es Su contra?


ALABADO Y ADORADO SEA POR SIEMPRE JESUS SACRAMENTADO

¡¡¡VIVA CRISTO REY!!!

1 comentario:

  1. Padre Celestial, por la fe que tu me haz dado, pido la protección de tu armadura para que pueda permanecer firme contra Satanás y todas sus acechanzas, y en el nombre del Señor Jesús, vencerlas.
    Yo acato tu verdad contra las mentiras y los errores del enemigo astuto.
    Yo tomo tu justicia para vencer los malos pensamientos y las acusaciones de Satanás.
    Yo tomo el equipo del Evangelio de la paz y dejo la seguridad y las comodidades de la vida para combatir al enemigo.
    Y, por encima de todo, tomo tu fe para cerrar el camino de mi alma a las dudas e incredulidades.
    Yo tomo tu salvación y confío en Ti para que protejas mi cuerpo y mi alma contra los ataques de Satanás.
    Yo tomo tu palabra y oro para que el Espíritu Santo me capacite para usarla eficazmente contra el enemigo, para cortar toda esclavitud y para liberar a todo cautivo de Satanás, en el poderoso y conquistador nombre de Jesucristo, mi Señor.
    Yo me visto con esta armadura, viviendo y orando en completa dependencia de Ti, bendito Espíritu Santo.
    AMEN.

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