miércoles, 19 de mayo de 2010

Fiesta de Pentecostés

Pentecostés (del griego pentenkoste “el quincuagésimo día”) describe la Fiesta del Quincuagésimo Día después de la Pascua (Domingo de Resurrección) y que pone término al Tiempo Pascual.
Durante Pentecostés se celebra el descenso del Espíritu Santo y el inicio de la actividad de la Iglesia, por ello también se le conoce como la “Celebración del Espíritu Santo”. En la Liturgia Católica es la fiesta más importante después de la Pascua y la Navidad. La venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles se considera como la iniciación verdadera de la Santa Iglesia Católica.


El Espíritu Santo descendió del Padre como lo había prometido el Hijo para infundir en los Apóstoles el ánimo y espíritu que les ayudaría a cumplir la misión que Jesús les había entregado.


Junto con el Espíritu Santo, los Apóstoles recibieron siete principales Dones, que son:

Sabiduría: Discernimiento, para distinguir con acierto lo apropiado para aceptar el bien y rechazar el mal.

Inteligencia o Entendimiento: Facultad para conocer, comprender y divulgar las sagradas enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

Consejo: Misión de dirigir y guiar a todos los creyentes en la fe católica.


Fortaleza: Entereza, firmeza de ánimo para proseguir con la misión encomendada sin desfallecer y perseverar en ella aún con el sacrificio de la vida.

Ciencia: Conocimiento exacto y razonado de las cosas por sus principios y causas: la ciencia del bien y del mal.

Piedad: Devoción a las cosas santas entre ellas principalmente la compasión infinita hacia el prójimo.

Temor de Dios: Huir del pecado por miedo a perder a quien amamos, a Nuestro Dios. Sentir y percibir que estamos en la presencia de Dios, y si estoy en su presencia, no quiero pecar.

En conclusión queridos hermanos el Espíritu Santo es:


  • La Tercera Persona de la Santísima Trinidad

  • Como Persona, realmente distinta del Padre y del Hijo, es también consustancial a ellos. Siendo Dios como ellos, Él posee con ellos una y misma naturaleza o esencia Divina.

  • Procede, no por generación, sino por exhalación del Padre y del Hijo juntos, como de un Único Principio.





Santísimo Jesús Sacramentado te pedimos fervientemente con toda la fuerza de nuestras almas que permitas que el Espíritu Santo descienda sobre todos los adoradores de nuestra Capilla de Adoración Eucarística Perpetua en Cardel y nos colme con los dones que de Él emanan para que podamos tener

Sabiduría para adorarte íntegramente en nuestra Hora Santa;

Inteligencia para escoger las oraciones apropiadas para este fin;

Guía y Consejo para que los adoradores guardemos el respeto debido en tu Consagrada Capilla.

Fortaleza para no faltar a nuestro compromiso con Jesús en la hora y día que nos corresponde;

Ciencia para comprender lo que está bien o mal durante nuestra Hora Santa;

Compasión para comprender y apoyar al prójimo que cometa alguna falta durante el ejercicio de la adoración,

y Temor de Dios para no obrar en contra de lo establecido para la Adoración Eucarística Perpetua y perder así la Gracia de Dios.



Bendito y alabado sea por siempre Jesús Sacramentado.

3 comentarios:

  1. NUESTRO CUERPO ES TEMPLO DE DIOS

    ESPIRITU SANTO,
    Señor de mi alma y de mi cuerpo:
    El apóstol Pablo dice a sus discípulos
    que nuestros cuerpos son tu templo.
    ¿Por qué lo dice?
    ¿No será para que tomemos conciencia
    de nuestra dignidad
    ante la devaluación que hacemos
    de nuestros cuerpos
    de nuestra sensibilidad,
    de nuestros afectos manifestados?
    ¿No será para que tomemos conciencia
    de que no nos pertenecemos
    -como el mismo lo dice,
    si no que hemos sido comprados
    por el Padre,
    al precio de la sangre de tu hijo?
    ¿No será para que tomemos conciencia
    de que, desde nuestro bautismo,
    somos tan miembros de Cristo
    como una rama lo es del tronco principal?
    Tú, Espíritu Santo de Dios,
    Estás en lucha permanente
    contra "la carne",
    tal como el Hijo, luz del mundo,
    está en guerra a muerte contra
    "el mundo" y "las tinieblas".
    Esa "carne" constituye el cono de sombras
    Que frena tu mano y le impide
    plasmar en nuestras caras
    el rostro de Jesús,
    único rostro que será reconocido
    por el Padre.
    Los excesos de la carne son, en realidad,
    frenos a tu obra.
    Y, además, son atentados
    contra nosotros mismos,
    pues hemos nacido para la pureza,
    para el ojo limpio que nos permite
    ver al mundo como bueno
    y así ser llamados hijos de Dios.
    La sensibilidad es cosa buena
    y obra de nuestro padre.
    La sensualidad es el abuso
    de la sensibilidad
    y la quiebra de su real vocación.
    Queremos que tú nos animes,
    que nos des un alma nueva
    de modo que el libertinaje,
    la impureza y la fornicación
    no estén en nuestro hogar
    pues quiere ser tu casa.
    Queremos ser como niños
    en orden a la malicia,
    para que tú nos conviertas
    en adultos, según tu sabiduría.
    Queremos que así como
    el cuerpo y el alma
    alaban a Dios en la oración,
    también almas y cuerpos
    alaben a Dios en la conducta diaria,
    de modo que mostrándonos al mundo
    reconozca el rostro de Jesús
    el forjado por tu acción...
    (Tomado del libro: 36 oraciones con el Espíritu Santo

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  2. ¡Oh Espíritu Santo! Recibe la consagración perfecta y absoluta de todo mí ser. Dígnate ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida y en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía y mi Fuerza y el Amor de mi corazón. Yo me abandono sin reserva a tus operaciones divinas y quiero ser siempre dócil a tus inspiraciones. ¡Oh Espíritu Santo! Transfórmame, con María y en María, en Cristo Jesús, para gloria del Padre y salvación del mundo amén.

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  3. 2. Dones y frutos del Espíritu Santo

    Vivimos rodeados de regalos de Dios. Fue sobretodo en el momento de nuestro Bautismo cuando nuestro Padre Dios nos llenó de bienes incontables. Junto con la gracia, Dios adornó nuestra alma con las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo.

    El Espíritu Santo nos inspira (Mateo 10, 19 ss; Juan 3, 8), nos enseña (Juan 14, 26), nos guía (Juan 16, 13), nos consuela (Juan 14, 16), nos santifica (Romanos 15, 16), nos vivifica (Romanos 8, 11). Por eso nuestro Señor Jesús lo llama “otro Paráclito” (Juan 14, 16), palabra griega que significa literalmente “aquél que es invocado” y, por lo tanto, abogado, mediador, defensor, consolador.

    El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado “otro paráclito” porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.

    El Espíritu Santo, a través de sus dones, va conformando nuestra vida según las maneras y modos propios de un hijo de Dios que se guía ahora por el querer de Dios, Su Voluntad, y no por nuestros gustos y caprichos.

    Hoy le pedimos al Paráclito, nuestro Divino Santificador, que doblegue lo que es rígido en nosotros, particularmente la rigidez de la soberbia, que caliente en nosotros lo que es frío, la tibieza en el trato con Dios; que enderece lo extraviado.

    La Iglesia nos invita de muchas maneras a preparar nuestra alma a la acción del Espíritu Santo. En el Catecismo nos da la relación de estos maravillosos dones:

    El don de inteligencia nos descubre con mayor claridad las riquezas de la fe.

    El don de ciencia nos lleva a juzgar con rectitud de las cosas creadas y a mantener nuestro corazón en Dios y en lo creado en la medida que nos lleve a Él.

    El don de sabiduría nos hace comprender la maravilla insondable de Dios y nos impulsa a buscarle sobre todas las cosas y en medio de nuestro trabajo y nuestras obligaciones.

    El don de consejo nos señala los caminos de la santidad, el querer de Dios en nuestra vida diaria, nos anima a seguir la solución que más concuerda con la gloria de Dios y el bien de los demás.

    El don de piedad nos mueve a tratar a Dios con la confianza con la que un hijo trata a su Padre.

    El don de fortaleza nos alienta continuamente y nos ayuda a superar las dificultades que sin duda encontramos en nuestro caminar hacia Dios.

    El temor nos induce a huir de las ocasiones de pecar, a no ceder a la tentación, a evitar todo mal que pueda contristar al Espíritu Santo, a temer radicalmente separarnos de Aquél a quien amamos y constituye nuestra razón de ser y vivir.

    Contrarias al Espíritu son las obras de la carne: “fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes... quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Gálatas 5, 19-21).

    “En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu.” (Gálatas 5, 22-25).

    Seamos cada vez más dóciles a las gracias que continuamente nos otorga el Paráclito y recibamos el fruto del Espíritu con agradecimiento y humildad.

    Acercarnos a la Virgen, Esposa del Espíritu Santo, es un modo seguro de disponer nuestra alma a los nuevos dones que el Paráclito quiera darnos.
    LUPITA VELEZ LES DECEA DE TODO CORAZON
    A TODOS LOS ADORADORES Y NO ADORADORES
    FELIZ PENTECOSTES.

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