jueves, 20 de octubre de 2016

La Plegaria de mi Oración


Parecería que el título del presente es una repetitiva descripción del acto de rezar, pero no lo es en sí. 

Este título describe la fuerza emocional-espiritual de la oración, es una súplica ferviente y ardiente de una fe verdadera. 

Es el principio básico que debe tener nuestra plática espiritual con Dios, nuestro creador, Dios único y nuestro divino Amo, Padre y Señor.

Es, pues, nuestra intención presentar a nuestros amados hermanos en Jesucristo un sencillo y humilde ejemplo de una de las formas en que nuestra alma se debe dirigir a nuestro Dios, transubstanciado en la Santísima Eucaristía.

No es una imposición, es tan solo una leve insinuación. No es obligación, no es necesario que la repitamos de memoria, palabra por palabra, letra por letra; porque la continua reproducción de una oración llega a convertirse en soliloquio mecánico que pierde su esencia espiritual.

Cada persona tiene su propia inspiración y de esa propia inspiración debe brotar con pura espontaneidad, llena de amor y fe, la plegaria de su oración a Jesús Sacramentado, Dios Nuestro, para toda la eternidad.

Esa es la plegaria de mi oración:

Dulce y buen Jesús, creo que estás vivo frente a mí. No te he visto desde ayer y ya mi alma suspiraba, hace un instante por volverte a ver, sentir la paz infinita que a raudales invade todo mi ser, presentir tu presencia en la Hostia Sagrada y percibir en mi entorno el latir de tu amoroso corazón.
Hoy, como siempre, quiero con todo mi ser agradecer tu infinita bondad y misericordia en los beneficios que me colmas sin que yo, pobre pecador, pueda merecerlos. Toda la unidad de mi vida, en un núcleo de amorosa plegaria reconoce la pobreza de mi ofrenda en este humilde agradecimiento.
Tú que todo lo sabes, ves y conoces, supiste de antemano de la verdad de mis gracias eternas por todos los favores recibidos, desde que fui engendrado hasta este último respiro de mi corazón agradecido; y cada día que pasa me doy cuenta que mi agradecer es pequeñito como un granito de arena comparado con el infinito amor que tú me das.
       Tú que eres tan bueno y yo tan malo,
       Tú que diste tu vida por mi salvación y yo que no sé aún cuánto debo adorarte y agradecerte.
    Tú que siempre me perdonas y yo que siempre vuelvo a ofenderte.
       Tú que me tomas de la mano y me devuelves al camino recto y yo que pecando muchas veces me alejo de ti.
Jesús, Bendita Eucaristía, te ruego que me des un tantito de tu humildad para que pueda yo adorarte sin ufanarme de ello, que mi adoración sea el reflejo de mi espiritual sumisión y no la de mi material satisfacción.
Jesús, Bendita Eucaristía, te ruego que me des la fortaleza física y espiritual que me permita seguir el camino que tú me señalas, no obstante los embates del demonio y la tentación de los mundanos placeres.
Jesús, Bendita Eucaristía, te ruego que cada día practique tus palabras y las convierta en acciones de amor para todo aquel que necesita de ti.
Jesús, Bendita Eucaristía, te ruego me hagas paciente y obediente. Paciente ante las pruebas  a las que Tú me sometes y a las ofensas que recibo de mis semejantes. Y obediente para cumplir ante y sobre todo tu Santa Voluntad.
Jesús, Bendita Eucaristía, te ruego que cada día sea mi alma más agradable a ti, para que con tu ayuda sea yo un verdadero adorador de tu Divina Entidad.

 Todo esto, te lo ruego y te lo pido con la intercesión de la Virgen María, tu santísima, purísima y castísima Madre Celestial y también procreadora terrenal.



Bendito, Alabado y Adorado sea Jesús Sacramentado


¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!

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