miércoles, 17 de julio de 2013

Dar es Ayudar con Alegría en el Corazón y sin ensalzarnos por nuestra Acción


La más próxima acción de amor al prójimo es la de ayudar al necesitado.

Socorrer al pobre en su infortunio es como cambiar una espina en la corona de Jesús,  por el suave contacto de una gota de rocío. Es amar a Cristo con un amor sincero limpio y puro.

Dos condiciones son indispensables para que Dios reconozca nuestra acción de de ayuda: la Humildad de la entrega y el Amor Verdadero al que se auxilia.

La humildad debe ser libre de todo temor y de todo afán de beneficio personal y el amor tiene que nacer del corazón que siente el dolor de ver al hermano que sufre.

La Madre Teresa de Calcuta expresó lo anterior al escribir, más o menos: “Ayudemos a los pobres con una ayuda que nos duela.” Es decir no solo demos los que nos sobra, sino demos hasta lo que más necesitemos.

Lucas en su Evangelio (Lc 21,  1-4 ) nos narra lo siguiente;

“En aquel tiempo, alzando Jesús la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: En verdad  os digo que esta viuda pobre ha echado más  que todos.  Porque todos éstos han echado como donativo  de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba,  todo cuanto tenía para vivir."

Este relato es conocido como el de la viuda de las dos monedas.

La vida  terrenal de Jesús está sembrada de palabras y hechos que requieren al cristiano que ayude al necesitado. Nos lo pide Dios en uno de sus mandamientos: Ama a tu prójimo, como a tí mismo.  

¿No es esto motivo suficiente para que salgamos a socorrer a los pobres y cumplir con la voluntad de Dios?... Dejemos ya de golpearnos el pecho diciendo Jesús, Jesús y sin egoísmos y sin orgullos vanos, demos nuestro apoyo a quien lo necesita, ya sea económico o espiritual. Seamos católicos de tiempo completo y no solo cuando estemos en el templo o en la Capilla de Adoración Eucarística Perpetua.

Hagamos nuestras obras de caridad sin vanagloriarnos de ellas, hagámoslo por amor, amor a Cristo, amor al prójimo. Hagámoslo humildemente tan escondida y anónimamente que nuestra mano izquierda no se entere de lo que ha hecho nuestra mano derecha.

Recordemos estas palabras y  que no se nos olviden:

Lo que hagamos por uno de nuestros hermanos, Jesús lo cuenta como si lo hubiéramos hecho por Él.

Queridos hermanos la próxima visita que hagamos a Jesús Sacramentado en nuestra Capilla de Adoración Eucarística Perpetua, pidamos al Corazón Eucarístico de Jesús que cambie nuestros corazones de piedra por el suyo y nos cambie totalmente y arroje de nuestras almas la soberbia para poderlo recibir dignamente en la Sagrada Comunión y podamos seguir su camino en la tierra y nos lleve por nuestros propios méritos a compartir con Él y con el Padre eternamente su Reino en el cielo.



Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado


¡¡¡Viva Cristo rey!!!

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