Señor y Dador de vida que con el Padre y el Hijo forman Una Sola Persona, en la representación divina de la Santísima Trinidad.
Para amar al Espíritu Santo hay que conocerlo, buscarlo en la intimidad del Misterio del Padre y del Hijo, encontrarlo en el amor que brota del Padre hacia al Hijo y vuelve del Hijo al Padre por obra del Espíritu Santo, que es Esencia Divina de la unión indivisible del Trino de Amor.
Según esto el Espíritu Santo es el vínculo eterno de amor que une al Padre y al Hijo: “Son tres el amante, el amado y el amor” “El Padre es la fuente, el Verbo es el río y el Espíritu Santo es la corriente del río”
El Espíritu Santo se ha manifestado desde la Eternidad, pues siendo consustancial con el Padre y el Hijo, no tiene principio ni fin.
Cada vez que Dios sale de sí mismo para manifestarse, lo hace en el Espíritu: “El Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas” (Gén, 1-2) porque es el que todo lo crea, cuida y conserva.
En el Antiguo Testamento, es el testimonio de la promesa (Gén. 18, 1-15), es la nube que acompaña el camino del pueblo y el que lo purifica de su infidelidad.
Pero además de todo, es el que habló por los profetas y preparó la venida del Misterio de Jesús, desde el primer anuncio del Mesías hasta las puertas del Nuevo Testamento. Por último en los Salmos se expresa la calidad del pueblo, purificado e iluminado por el Espíritu Santo.
Toda la existencia terrena de Jesús transcurre en la presencia del Espíritu Santo, Jesús de Nazaret fue concebido por obra de Dios Espíritu Santo y nació de la Santísima Virgen María.
La relación de la Eucaristía con el Espíritu Santo aparece en las palabras de Jesús, cuando proclama la institución del Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre: “El Espíritu es el que da vida” (Juan 6,63).
El misterioso poder del Espíritu Santo convierte Sacramentalmente el Pan y el Vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor e irradia su gracia en los participantes y en toda la comunidad creyente.
El que se hace accesible al Espíritu Santo encuentra una gracia y capacidad que desconocía y se hace capaz de convertir a un hombre en un misionero. A un pecador en un ferviente seguidor de Jesús.
Poco a poco conforme vamos penetrando en la intimidad de los misterios del Espíritu Santo vamos lentamente conociendo con firme entendimiento su Sagrada Misión. Y sin darnos cuenta vamos recibiendo sus dones que nos llevan al encuentro con el Hijo para la Gloria del Padre.
La Sabiduría asoma en los resquicios de nuestra mente y de pronto nuestro entendimiento se abre a la luz de la fe y entonces comprendemos y creemos en nuestra Santa Iglesia Católica y llenos de fortaleza y amor
¡Empezamos a seguir a Jesús por el camino
que nos llevará a Dios Nuestro Señor!
¡Qué paz tan transparente, casi imperceptible, la que acaricia nuestras almas, envolviéndolas en un halo divino de dulzura incomparable, cuando en nuestros corazones establece su morada el Espíritu de Dios!
No hay palabras ni sentimiento alguno que pueda expresar el deleite infinito de sentir la Gracia Bendita de Dios cuando recibimos la Sagrada Eucaristía en la Hostia Consagrada. En ese instante dejamos de ser humanos y nos convertimos en ángeles de Dios por la unción y el amor del Espíritu Santo.
Queridos hermanos, vengamos a nuestra Capilla de Adoración Eucarística Perpetua y con el amor puro e infinito del Espíritu Santo, ¡Amemos a Jesús Sacramentado para la gloria del Padre, Creador y Señor del Universo, por los siglos de los siglos, en la tierra y en el cielo!
Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡Viva Cristo Rey!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario