miércoles, 12 de septiembre de 2012

Jesús, El Hijo De Dios, Es También El Mesías


Etimológicamente la palabra en español Mesías se deriva del hebreo mashiáj que quiere decir “ungido”. El término griego viene de khrisma (unción) y es khristos que significa también Ungido.

Mesías se refiere en las antiguas escrituras a un Rey por venir de la dinastía de David, el cual liberaría a los judíos y se le llamaba así por la costumbre de ungir con aceite cuando se proclamaba a los reyes.

El Tora, Libro Sagrado de los judíos, menciona la venida de un mesías que liberaría a los judíos de la servidumbre extranjera y que según el génesis podría ser reconocido cuando llegase por las profecías mesiánicas escritas sobre él. Para la religión judía el mesías aun no ha llegado y continúan esperándolo.

Los cristianos llaman a Jesús Cristo o sea el Mesías. La Biblia hace referencias a facetas del Mesías que coinciden con la vida de Jesús de Nazareth.

La afirmación implícita de Jesús de ser el Mesías  mostrada en sus palabras y acciones en el transcurso de su vida es el testimonio más contundente de una verdad indiscutible para los católicos.

A continuación reseñamos algunas de las palabras y acciones que escritas en la Biblia corroboran lo antedicho en el párrafo anterior:

“Juan se enteró en la cárcel de lo que hacía Cristo, por eso envió a sus discípulos a preguntarle: ¿eres Tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro? Jesús les contestó: “vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan sanos, los sordos oyen, los muertos resucitan y una buena nueva llega a los pobres” (Mateo 11, v.2 al 6)

En el pasaje de la conversación de Jesús con la samaritana. “La mujer contestó: yo sé que el Cristo está por venir. Él, al llegar, nos enseñará todo. Jesús le dijo: “Ese soy yo, el que habla contigo.” (Juan 4, v. 25 y 26)

"Jesús les preguntó: y ¿ustedes quien dicen que soy Yo? Simón contestó: Tú eres el Cristo, el hijo del Dios Vivo. Jesús le respondió: feliz eres, Simón Bar-jona, porque no te lo enseñó la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Enseguida, Jesús ordenó a los discípulos que no le dijeran nada a nadie que Él era el Cristo. (Mateo 16 v. 15 al 17 y 20)

Son más los pasajes Bíblicos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo, que testimonian fehacientemente que Jesús es el enviado de Dios, el Mesías esperado para la salvación de la humanidad.

Jesús nos demuestra con su vida, muerte y resurrección que Él es el Cristo redentor. Así como el Padre Todopoderoso lo reconoce como su hijo muy amado, el cordero que con su sacrificio perdonó el pecado del mundo. El que mediante el misterio de la Santa Eucaristía nos abrió las puertas del cielo.

El eterno perdonador de nuestras ofensas, el amoroso amado que nunca nos abandona en nuestros infortunios, el hermano santo que nos tiende la mano y nos ayuda a levantarnos cuando caemos heridos por el mal. El que nos dio a su madre, la Santísima Virgen María, como madre e intercesora nuestra. Por último el que dio su propia vida para darnos un rincón de su corazón donde cobijarnos y obtener nuestra redención.

Queridos hermanos, ¿acaso podemos ignorar el llamado de Jesús cuando nos invita a concederle una hora de nuestra compañía a la semana, entregándole sesenta minutos de corazón porque somos felices haciéndolo, porque le amamos y no porque nos lo obligue un compromiso mundano?...

En nuestra próxima visita a Jesús Sacramentado en la Capilla de Adoración Eucarística Perpetua, de rodillas entreguémosle por completo nuestra adoración, nuestra vida y nuestro corazón.


Alabado y adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡Viva Cristo rey!!!



No hay comentarios:

Publicar un comentario