jueves, 3 de noviembre de 2011

Unción de los Enfermos.

Es el quinto de los siete Sacramentos de la Santa Iglesia Católica y, como todos, fue instituido por Nuestro Señor Jesucristo sin establecerse cuando y donde lo hizo.


En las sagradas escrituras se le menciona en la Carta del Apóstol Santiago y dice:


“¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.” (Ver: St. 5, 14-15)

En un principio este sacramento se denominó como Extrema Unción, y era administrado solamente a los enfermos al borde de la muerte, pero el Concilio Vaticano II lo cambió a Unción de los Enfermos, ya que responde a la necesidad de asistir o pedir por la salud de los enfermos para que el Espíritu Santo los acompañe y reconforte.


Debido a su nombre original muchos enfermos se negaban a que se les administrara este sacramento ya que lo consideraban como una sentencia de muerte.




El rito, consiste en ungir al enfermo con óleo bendecido el Jueves Santo en la Misa Crismal, haciendo tres veces la Señal de la Cruz en la frente y también en las manos. Después el sacerdote dice la siguiente oración:


“Por esta santa oración y por su bondadosa misericordia,
te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo.
Para que libre de tus pecados te conceda la salvación
y te conforte en tu enfermedad.
Amén.”


Este sacramento es administrado al católico que así lo desee y que pase por una enfermedad o situación de vejez crítica que amenace su vida, para que obtenga la fuerza necesaria para soportar y aceptar su padecimiento.


En caso de no estar en pleno uso de su razón y siempre y cuando se compruebe su catolicismo profesante y haber dispuesto en uso de su razón que se le administrara la unción, el sacerdote así lo hará.


El Sacramento de la Unción de los Enfermos podrá administrarse en varias ocasiones que así lo ameriten a la misma persona sin que sea pecado.




Como podemos darnos cuenta, este Sacramento es a una vez más muestra del innegable amor y misericordia que Dios tiene para con nosotros ya que mediante él recibimos los siguientes efectos:


  • Consuelo, paz y ánimo para vencer las dificultades propias de la enfermedad o de la vejez.


  • Perdón de los pecados. Siempre y cuando exista el arrepentimiento y confesión de los mismos.


  • La unión a la pasión de Cristo mediante la cual aceptamos de corazón los sufrimientos de Jesús en la Cruz por nuestra salvación.


  • Preparación para la vida eterna.



Es pues queridos hermanos que debemos de estar preparados para aceptar la imposición de este Sacramento para cuando nos sea necesario y no rechazarlo por temores infundados sino recibirlo con el corazón y mente como una gracia más que nos ofrece nuestro Padre Celestial como prueba de su infinito amor.




Jesús, Hijo de Dios y Señor mío,
Quisiera morir un Viernes Santo
A las tres de la tarde.
Abrazando y besando tu Cruz,
Consolado por San Francisco de Asís
Y el Santo Papa Juan Pablo II.
Y que la Inmaculada Virgen María
Me lleve y me deje de rodillas a los pies,
de Tu Padre, Mi Dios Creador,
A Quien Adoraré eternamente.


ALABADO Y ADORADO SEA POR SIEMPRE JESUS SACRAMENTADO.


¡¡¡VIVA CRISTO REY!!!

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