jueves, 6 de octubre de 2011

San Francisco de Asis, Seráfico Sacerdote.

Dios tocó a su corazón con la suave brisa del amor y él se lo abrió de par en par, para la Gloria de Dios Padre, para Felicidad de Dios Hijo y para la Bendición del Espíritu Santo.




El Día 4 de Octubre la Iglesia católica celebra la fecha en que San Francisco pasa a ocupar su lugar predestinado en el cielo junto a Dios Nuestro Señor. Es decir pasa de su tránsito terrenal a su morada eterna.

Nace Francisco en el año 1182 en la ciudad de Asís, Italia. Hijo de una familia de cierta riqueza material, siendo su padre un rico comerciante de telas, durante su juventud vivió en la alegría de grandes fiestas y otros eventos propios de su edad.
Al llegar a la edad de 20 años varios acontecimientos en su vida, como fueron batallas y enfermedades le llevaron a escuchar el llamado de Dios. Y decidió abandonar los placeres de la vida mundana alejándose de la ciudad para retirarse a seguir una vida de ermitaño en medio de la pobreza y cerca de Dios.

Pronto dos predilectos amigos se unieron a Francisco siguiéndoles otros más hasta que en número de doce decidieron marchar a Roma y obtener del Papa la autorización para fundar la Orden que hoy conocemos con el nombre de Frailes de la Orden Menor de San Francisco de Asís.

Francisco en su decisión de seguir fielmente a Jesús en su bondad y mansedumbre le pidió a todos su hermanos que se saludaran con estas palabras: “Paz y bien”.

Entre los muchos eventos de su vida en que se manifiesta en él la Gracia Divina, podemos citar los siguientes, corroborados por las narraciones hechas por sus biógrafos:

Cuentan que el joven Francisco tenía un asco profundo por los leprosos y un día paseando por el campo se encontró con uno de estos enfermos y siguiendo la inspiración de Jesús se acercó y le besó las llagas que tenía en la cara, quedando el enfermo repentinamente curado. Se dice que la gente no sabía que admirar más si el milagro o la extrema humildad y compasión de Francisco.

Sabiéndose verdaderamente enamorado de la pobreza, San Francisco no dejaba de alabar el humilde nacimiento en un pesebre, de Nuestro salvador. Y para recordar este gran acontecimiento creó “El Nacimiento” el cual hasta nuestros días se erige en la Navidad en muchos hogares católicos de todo el mundo.

Otro acontecimiento que marcó su vida hasta su muerte fue la aparición de los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo en sus manos, pies y costado, los cuales le causaban terrible dolor y que él, sin embargo, bendecía y aceptaba con amor y alegría por ser la Gracia de Dios.

Por último hoy escuchamos con frecuencia la oración de San Francisco : “Señor, hazme un instrumento de tu paz”, que aunque se le atribuye a él, la oración fue escrita a principios del siglo XX por un autor anónimo. Esta es la oración ecuménica por excelencia. Al celebrar un año mas del encuentro de San Francisco con “la hermana muerte”, recemos esta plegaria por este nuestro mundo tan violento y tan necesitado de paz.



Señor, hazme un instrumento de tu paz;
Donde haya odio, ponga yo Amor.
Donde haya ofensa ponga yo perdón.
Donde haya discordia, ponga yo armonía.
Donde haya error, ponga yo verdad.
Donde haya duda, ponga yo la fe.
Donde haya desesperanza, ponga yo esperanza.
Donde haya tinieblas, ponga yo la luz.
Donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh, Señor, que no me empeñe yo tanto en ser consolado como en consolar,
en ser comprendido como en comprender,
en ser amado como en amar;
porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
muriendo se resucita a la vida. Amén.



Hermanos, en nuestra visita al Santísimo hagamos nuevamente la promesa de cumplir puntual y amorosamente con nuestras obligaciones para con Dios Nuestro Señor, con la misma persistencia y amor con las que San Francisco cumplió con Dios durante toda su vida.



ALABADO Y ADORADO SEA POR SIEMPRE JESUS SACRAMENTADO

¡¡¡VIVA CRISTO REY!!!

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