miércoles, 6 de noviembre de 2013

Tuve Hambre y No me Diste de Comer… (Mateo 25, 31–46)


Hoy deseamos hablarles sobre este importante tema del Juicio Final, relatado por el Evangelista San Mateo:


“Pero cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con Él, se sentará en el trono de su gloria. Y todos los pueblos se congregarán delante de Él y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda.  Entonces el Rey dirá a los de su derecha: ¡Venid, benditos de mi padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde el comienzo del mundo! Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber… 

Entonces los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer?... y el Rey les dirá: ¡En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicisteis!
Entonces dirá también a los de su izquierda: ¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles! Porque tuve hambre y no me disteis de comer…
Entonces dirán también estos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y no te asistimos? Y Él entonces responderá: ¡En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo!”


Es necesario reflexionar este Evangelio para comprender que Jesús en su infinita bondad y misericordia es también un Juez justo que cuando llegue el momento de nuestro juicio nos dará lo que realmente merecemos. Sin distinción alguna.

Nuestras obras serán los argumentos de nuestra salvación o las pruebas irrefutables de nuestra condenación. Todos, sin excepción, seremos juzgados por un juez incorruptible y Todopoderoso y cuyo veredicto no está sujeto a cambio ni a apelación.

Ayudemos a quien nos pida ayuda o auxilio, de acuerdo a nuestras posibilidades, pero nunca se la neguemos, porque llegará el día en que el juez justo nos diga: “Te pedí ayuda y me la negaste.” 

Indudablemente hay gente que pide  no por necesidad sino por pedir como un vicio,  pero Tú...

¡Ayuda sin mirar a quien!

¡Da sin saber o preguntar para qué!

¡Da con amor por hermandad!

...y tu acción será considerada como buena, como de verdad lo es.

Más aquel que pide engañando la buena fe del hermano, ése, de seguro, recibirá lo que merece en su juicio final.


Queridos hermanos estemos preparados para servir primero a Dios y luego al prójimo; hagamos siempre el bien y si alguna vez hemos ignorado la súplica de alguien, reparemos la ofensa hecha a Dios y el desamor mostrado al necesitado, prometiendo con sincero arrepentimiento no volver a repetir nuestra indigna acción. Y en compensación, no esperemos a que nos vengan a pedir... 



¡Salgamos a buscar al necesitado y ayudémosle con amor de corazón!.


Confiemos en Dios que todo lo sabe y todo lo ve, y tal vez el día de nuestro Juicio Final nos vea con ojos de misericordia y piedad, y nos perdone. Porque para Dios nada es imposible, porque...¡Donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia!.



Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado.

¡¡¡Viva Cristo Rey!!!   

2 comentarios:

  1. TUVE HAMBRE Y NO ME DISTE DE COMER.....QUE BELLA REFLEXION.... VALE LA PENA TENERLA PRESENTE TODOS LOS DIAS PARA NUNCA OLVIDARNOS DEL NECESITADO SABIENDO QUE EN EL DIOS SE HACE PRESENTE...
    BENDICIONES...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por su comentario. Gracias a Dios que los guía hasta este humilde porta de Fe.

      Eliminar