
Por lo tanto pido a ustedes hermanos que roguéis por mi y todos los pecadores, inclusive ustedes, y que estas palabras sean una advertencia para NO escuchar los consejos de Satanás, por más atractivos y prometedores que nos parezcan.
La puerta del pecado es el pensamiento que brota de una mente débil inducida por el demonio y que crece conforme lo vayamos escuchando, hasta convertirse en una obra que ofende a Dios.
La primera y preferida trampa que nos tiende Satanás es la de engañosamente alabar nuestra egolatría, también conocida con los nombres de vanidad, orgullo, y la soberbia, que es el estado más indigno del ser humano ante Dios.
por haber obtenido
una distinción sobre sus demás hermanos?
¡¡¡Cuidado!!! Este es el primer paso que empuja a nuestras almas a las manos de Satanás. Nos sentimos superiores, nos vanagloriamos de nuestra encumbrada posición. Y así va creciendo en nosotros la fuerza del demonio que nos llevará irremediablemente al pecado de la soberbia, que nos aleja y arroja a Jesús de nuestros corazones.
Al instante que sintamos una pequeña, por más pequeña que sea, una chispa de orgulloso placer, rechacemos el indigno sentimiento que nos amenaza e invocando a nuestra protección divina, mediante ella, echemos de nuestras mentes y almas al demonio depredador.

¿Cómo podremos estar preparados para combatir y vencer al mal,
que nos es otro que el mismo Satanás?
Construyamos un fuerte triangular que proteja nuestras vidas espirituales y que cada lado este resguardado por:
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Que nuestra fortaleza sea tener siempre a Jesús en nuestros corazones mediante el Sacramento de la Santísima Eucaristía, porque cuando más recibamos el Cuerpo y la Sangre del Hijo, más tendremos la eficaz ayuda del Padre y la fuerza del Espíritu Santo.
- Ayunemos con frecuencia y demos a nuestros cuerpos lo indispensable para mantener la vida ya que con el ayuno el espíritu se fortalece y nuestras almas se elevan, besando a Dios.
- Llenémonos de amor y de paz, de castidad y paciencia, de caridad y generosidad, de diligencia y templanza.
- Oremos continuamente pidiendo a la Santísima Trinidad que nos haga santos.
- Y pidamos a la Santísima Virgen María que interceda por nosotros, pidiendo a su divino Hijo, Jesús Sacramentado, eleve nuestra plegaria a Dios Padre Todopoderoso para obtener de su Espíritu Santo la gracia perfecta de la humildad.
Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!
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