El Domingo de Pascua es una de las conmemoraciones más importantes de la iglesia católica, pues ella es sinónimo de la confirmación de nuestra eterna redención, porque resucitando Jesús nos permitió también a nosotros vencer a la muerte.
La noche de la Vigilia de Pascua, Jesús nos da la luz de su vida. Acto que representamos los católicos mediante la ceremonia del encendido del Cirio Pascual.
El Cirio Pascual representa desde los orígenes del cristianismo la Resurrección de Nuestro Señor, mediante la luz de la llama encendida que esparce con toda claridad la verdad del Dios hecho hombre que resucitando derrota a la muerte y nos transfiere la esperanza de hacerlo como Él.

La noche de la Vigilia de Pascua, Jesús nos da la luz de su vida. Acto que representamos los católicos mediante la ceremonia del encendido del Cirio Pascual.
El Cirio Pascual representa desde los orígenes del cristianismo la Resurrección de Nuestro Señor, mediante la luz de la llama encendida que esparce con toda claridad la verdad del Dios hecho hombre que resucitando derrota a la muerte y nos transfiere la esperanza de hacerlo como Él.
El Cirio Pascual permanece durante 50 días en un sitio digno muy cerca del Ambón en el Presbiterio y es utilizado en todas las celebraciones que se lleven a cabo en el templo durante la época de Pascua. Luego se le retira y se le coloca cerca de la Pila Bautismal.

Los cuarenta días previos a la Pascua son el tiempo de preparación que los católicos empleamos para disponer nuestro cuerpo y alma en tal forma que seamos conscientes del sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo y podamos con júbilo sentir en nuestros corazones la Resurrección de Nuestro Salvador.
El tiempo de Pascua termina en el Domingo de Pentecostés con la vendida del Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego sobre los apóstoles, quienes fortalecidos por la fe recibida inician su camino evangelizador llevando la palabra de Dios por toda la tierra.

Que los momentos de sincera devoción que han enmarcado los actos de nuestro comportamiento durante la Cuaresma y la llegada de la Pascua sigan con nosotros para que sus frutos sean el ejemplo de un pueblo que ama y cree en su Dios.
Hermanos, que nuestras pisadas en el camino hacia la eternidad dejen huellas de amor y fe que puedan ser fácilmente distinguidas y seguidas por aquellos que deseen de corazón pertenecer al santo rebaño del amoroso pastor, Jesús de Nazaret.
Para concluir les recordamos que los Adoradores Eucarísticos Perpetuos somos fervientes seguidores de Jesús Sacramentado y también somos propagadores y evangelizadores. Por lo tanto tratemos de imitar a la Santísima Virgen María en acercar a Dios a todo ser humano, mediante la incorporación de aunque sea un familiar o un amigo a la Adoración Eucarística Perpetua, crisol de fe donde se funde el amor a Nuestro Señor.
Alabado y adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡Viva Cristo rey!!!
¡¡¡Viva Cristo rey!!!
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