¿Decepcionados?... Y ¡quién no lo está!, en este mundo lleno de injusticias, perversidades, asesinatos, crímenes y guerras.
Un mundo sumido en el pecado, sin amor, sin Dios. Donde el dinero es el fin que persiguen los codiciosos, soberbios y egoístas y cuando lo poseen se convierten en modernos “fariseos”, que se asemejan a sepulcros, pintados por fuera del blanco de la cal, pero llevan por dentro la podredumbre.
Hoy, en nuestros días, en donde quiera que posemos nuestra mirada, encontramos maldades, robos, muertes, secuestros, drogadicción, corrupción, fraudes, en fin todo un diccionario completo de la inmoralidad y decadencia del ser humano.
¿Qué nos ha llevado a esta situación de tiniebla espiritual y
desenfreno material?...
¿Cuál será el límite que nos llegue a sepultar
en nuestra propia soberbia?
Sobre el origen de esta hecatombe de la humanidad, ni científicos, ni sociólogos, ni eruditos en el comportamiento de los seres humanos, nos dan una explicación que podamos entender y menos comprender.
Aquellos pocos que aún creen en Dios y en su Sagrada Palabra, son los que reconocen la verdad de la debacle de los principios éticos, morales y religiosos en la actual población mundial.
Es solo una: la humanidad, casi totalmente, ya no cree en Dios.
Desde hace aproximadamente 50 años, los adelantos de la ciencia y la nueva tecnología en los diferentes campos del saber y dominio humano, han contribuido indirectamente a crear una falsa imagen del ser humano, no a semejanza de su creador, Dios, sino a llegar a pensar que son iguales a Dios, o sea “dioses”. Así lo demuestran la conquista del espacio, la creación de la vida humana in vitro, los trasplantes de órganos, y otros tantos eventos que han endiosado falsamente a sus creadores y a todos los que comulgan con su ateísmo científico y tecnológico.
El resultado por consiguiente, es el rechazo total a toda religiosidad y a sus principios y leyes, como la ignorancia a los Diez Mandamientos de la Ley de Dios y la falta de observancia y cumplimiento de los mismos.
Desconocer los Diez Mandamientos es permiso absoluto, !!!para adorar a otros dioses, para no amar, y ni siquiera considerar a tu prójimo, para no asistir ni guardar los días de fiestas religiosas, para no respetar ni a tu padre ni a tu madre, para matar cuando quieras, para caer en el placer de todos los vicios, para robar todo lo que se te antoje, para decir mentiras y falsos testimonios cuando sea en tu propio provecho, para que tu mente piense solo en actos impuros, y para codiciar hasta obtener todos los bienes ajenos!!!
Pues, esto es lo que está haciendo, de una u otra manera, la mayoría de la gente.
¿No es este el reflejo de lo que pasa en todo el mundo?
Y nosotros y ustedes, los pocos que aún creemos en Dios, ¿nos someteremos a voluntad del demonio? No, mil veces no, ¡no claudicaremos!
Lucharemos sin descanso, reevangelizaremos a todos aquellos hermanos que han abandonado el camino recto para que ellos una vez sanos en mente y espíritu, nos puedan ayudar a evangelizar a los otros. ¡Almas ya casi en total posesión de Satanás!
Hermanos Adoradores Perpetuos de la Santa Eucaristía, la misión que Jesús Sacramentado, espera y confía en nosotros, es la de multiplicar el número de personas que se comprometan a tener una Hora de Oración con Jesús Dios vivo en las Capillas de Adoración Perpetua y cuando estos adoradores rebasen la capacidad material de una capilla...
¡se abran nuevas capillas!,
en las parroquias, en las ciudades, en los países, en toda la tierra. Y cuando haya una Capilla de Adoración Eucarística Perpetua en cada Parroquia de todo el mundo, llegará la Parusía, la Segunda Venida de Cristo y
¡La tierra será el Reino de Dios!
Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!
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