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miércoles, 18 de junio de 2014

La AEP es ¡Jesús en Cuerpo y Alma!


¡No desmayaré en proclamar la verdad innegable de que Jesús Sacramentado es parte integral de cada uno de los Adoradores Eucarísticos Perpetuos!

Adoradores Eucarísticos Perpetuos no somos todos los que vamos a la Capilla de Adoración Eucarística Perpetua, sino aquellos seres que su único propósito es el de ir a la casa de Jesús Sacramentado a rendirle profunda adoración y agradecimiento.

No vamos a rogarle ni a pedirle alivio a nuestros sufrimientos,  ni a suplicarle nos ayude en nuestras interminables necesidades materiales.   

¡No!, hermanos, vamos para adorarle con todo el alma y corazón, Él ya conoce de nuestras aflicciones y nuestros contratiempos, y su ayuda, consuelo y aliento, nos llegarán cuando sea su Divina Voluntad.

El amor de Jesús por nosotros es eterno e infinito, porque Él es la fuente y origen del amor y nos amó aún antes de que  el mundo comenzara.

Si supiéramos cuanto deleite le causa nuestra visita a Jesús Sacramentado, querríamos quedarnos muchas horas con Él.  Y si supiéramos cuanto nos ama Jesús en la Eucaristía nos moriríamos de felicidad.

Estos sentimientos recíprocos de amor, los percibimos cuando nuestras mentes y corazones ya no tienen otro deseo que el de ser solo de Dios y adorarlo por toda la  eternidad.

Cuando hayamos aprendido a pensar y ver todas las cosas, no con pensamientos de hombres sino con pensamientos de Dios, entonces, Jesús Eucaristía disipará nuestras tinieblas, y adquiriremos una espiritualidad que nos hará crecer a la luz  de su amor y su sabiduría.

El momento en que empezamos a amar a Jesús Sacramentado se inicia cuando menos lo esperamos… aparece en algún momento de nuestras vidas y el alma escucha su llamado. Esta maravilla no se produce en un tiempo determinado de nuestras existencias humanas. 

Algunas veces tardamos mucho en sentir la voz del Señor que nos  invita a que vayamos a Él.

Personalmente, tuvieron que pasar 70 años de mi vida para que la voluntad del Señor se hiciera en mí!!

Pero cuando decimos: ¡si!, todo cambia en nuestras mentes y en nuestra espiritualidad. Jesús Sacramentado nos transforma convirtiendo nuestros corazones de piedra, en corazones de carne y sangre, y ya no somos nosotros, sino Jesús quien  vive en nosotros.

De allí las primeras palabras de esta exhortación eucarística:

¡¡¡Jesús Sacramentado es parte integral de cada uno
de los Adoradores Eucarísticos Perpetuos!!!

Jesús, pues, vive en ti.  Y como también el Padre y Jesús son uno mismo, así llegará el momento en que todos seremos uno con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,  por toda la infinita eternidad.

Queridos hermanos, cuando se dirijan a Jesús Sacramentado, háganlo con mucha fe, con mucho amor y sobre todo con mucho respeto, sin exigir ni demandar, recordemos que si bien es nuestro amoroso Padre, también es nuestro Dios.

Dejemos que se haga su voluntad y no retemos sus sagrados designios. Seamos como la Santísima Virgen María, nuestra Celestial Madre, que nos dio el más puro y limpio ejemplo de humilde obediencia al Señor, cuando le dijo: 

“He aquí a tu esclava, hágase en mi tu palabra.” 

Para terminar, he aquí un humilde recurso espiritual, que en mi alma extasiada florece, cuando deseo  con Jesús platicar:

Señor y Dios mío, heme aquí, postrado a tus pies, 
para solamente adorarte y confirmarte que tuya es mi vida,
y ofrecértela en sincero sacrificio de amor por tu amor.

Jesús Sacramentado, tu siervo escucha, 
tu siervo espera, tu siervo confía... 
porque cree en ti.



Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡Viva Cristo Rey!!!

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