¿Has escuchado el llamado de Dios?...
Es una pregunta que no sabemos comprender...
y algunas veces entendiendo, no queremos escuchar.
Dios nos ama verdaderamente, con un amor eterno e indescriptible, un amor que traspasa todo elemento, toda muralla y toda la indiferencia humana.
Dios, constantemente nos llama, hablándonos al corazón, nos pide que nos acerquemos a Él diciéndonos:
“En mi encontrarás la paz, hallarás la luz que disiparán tus tinieblas,
Yo soy el camino de tu salvación, Yo soy la vida, la vida eterna.”
¡No temas!... Responde a su clamor, contesta a su llamado. Deja todo, absolutamente todo y síguelo como lo siguieron sus apóstoles, como lo siguió San Pablo, como lo siguió San Francisco de Asís y como lo siguieron los muchos santos que escucharon su voz y le fueron fieles hasta el último suspiro de su vida terrenal.
Dios te elige, Él quiere que lo sigas por tu fe, por tu libre voluntad, por el amor que le tienes, porque confías y crees en Él.
Sin embargo tú decides escuchar o no escuchar su llamado, de ti depende seguir el camino de la santidad. La clave es tu discernimiento, el entendimiento, la oración.
Infinidad de pretextos se esgrimen para no escuchar el llamado de Dios. Son excusas de una fe débil, de una religiosidad inconsistente, de una ceguera mental pertinaz. No escuchamos porque no queremos comprometernos, tememos a la responsabilidad, evadimos el compromiso, no tenemos la humildad de doblegarnos enteramente a la invitación que nos hace nuestro Dios.
Dios nos llama en su Santa Palabra, en los pobres que nos piden, en los enfermos que necesitan consuelo, en el dolor de su muerte en la cruz, en los beneficios y favores que a diario te otorga. Dios nos llama en cada instante de nuestra vida, Dios nos requiere en la dulzura infinita de su amor.
¡¡¡Y dices que no lo escuchas!!!!!!.
Reza en oración de verdad auténtica, que hable y grite en silencio tu corazón, que el trepidar de las vibraciones de tu alma lleguen a los pies de tu Creador y Él te enseñe entonces que sí lo puedes escuchar.
Socorre al menesteroso, dándole, no lo que te sobra, sino lo que te hace falta.
Ayuda sin esperar premio ni agradecimiento, hazlo por amor.
Padece por el sufrimiento de Jesús en la cruz no por el dolor que Él experimente, sino porque tú lo clavaste en el madero con los clavos de tus pecados.
Y cuando tu alma y corazón se fundan en una alabanza de adoración infinita a nuestro Dios, entonces, entonces podrás escuchar la voz de Dios.
¡Que este tiempo de Cuaresma y morada penitencia, te permita reconciliarte con tu hermano, contigo mismo y con Dios!
¡Que ruegues que Nuestro Señor te ayude a ser humilde y que en tu diario acontecer des el sentido testimonio de tu rechazo al pecado, la negación absoluta de la soberbia en tu ser y el reinado del amoroso corazón de Jesús Sacramentado, por los siglos de los siglos, para la gloria de Dios Padre Todopoderoso!
¡Benditos los que saben y pueden escuchar a Dios, porque ellos podrán ver algún día, la luz hermosa del rostro de Jesús, Nuestro Dios y Señor!
Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡Viva Cristo Rey!!!
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