¡Alabemos al Señor Nuestro Dios, mediante una oración
que nos brote del corazón!
Es propicia cualquier ocasión
para mostrar nuestra alegría y devoción.
En un alto en la jornada,
sin tener que hacer nada,
Aprovechemos el momento,
y con verdadero sentimiento
¡Elevemos a Dios un pensamiento!
En cada minuto de ocio perdido
entreguemos a Jesús,
que sufre en la cruz,
un rezar que su dolor
ha de aliviar.
Con humildad y sencillez
hablemos al cordero inmolado
prometiendo estar siempre a su lado
cuando de una oración esté necesitado.
Cuando viajemos en autobús
adormitados recordemos a Jesús
y en vez de ir soñando
vayamos rezando
en honor
del Hijo de Dios Nuestro Señor.
Cuando estemos en la sala de espera
aguardando por una consulta médica,
en lugar de hojear
una revista de contenido intrascendente,
en nuestras palabras
con nuestro lenguaje
creemos una oración
que dure el tiempo de nuestra espera
y de seguro sentiremos
que hemos agradado a Nuestro Dios.
Orar es comunicarse con Dios,
decirle lo que queremos que Él sepa,
es conversar con el amigo de siempre,
con el Padre de la Eternidad.
La oración no se puede enseñar, la oración nace espontánea como el mismísimo reflejo amoroso del amor que Dios nos puso en el alma el día de nuestro Bautizo, cuando el Espíritu Santo se posó en nuestro corazón.
Muchos pensamos y decimos que nuestra madre fue la que nos enseñó a rezar, pero en verdad fue Dios que por intermedio de nuestra madre nos habló por vez primera.
Y poco a poco durante las experiencias de nuestro propio vivir, aprendimos a dialogar con los Santos, con la Santísima Virgen María, con nuestro amado Jesús y así en la luz del entendimiento, que es un don del Espíritu Santo, nació nuestra única e íntima oración para la Gloria de Dios Nuestro Señor.
Porque esa debe ser y es la intención de la oración, la firme certeza de rendir todo nuestro ser, a la voluntad de nuestro Dios Creador. Al pedir ayuda, paz, salud y bienestar a nuestros intercesores celestiales, le estamos rogando a Dios Padre Todopoderoso nos escuche, y Él nos escucha y nos concede lo que más nos beneficie y jamás lo que nos perjudique.
Sepamos aceptar de todo corazón la respuesta que nos entregue Dios, porque es su voluntad, y humildemente respondámosle:
Queridos hermanos, ¡qué mejor lugar para ejercitar nuestra oración!, que la Capilla de Adoración Eucarística Perpetua. Allí, envueltos en el dulce aroma del silencio y ante la Real y Santa presencia de Jesús Sacramentado, podemos abrir nuestros corazones y que brote de ellos el verdadero incienso para la Gloria de Dios Padre, nuestra palabra, toda envuelta en nuestra fe, nuestra humilde y sincera oración.!!!
Alabado y adorado sea por siempre Jesús Sacramentado
¡¡¡Viva Cristo rey!!!