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miércoles, 30 de abril de 2014

¿Y Nosotros?... ¿Por Qué No Somos Santos?



¡Dios nos creó para que todos fuéramos Santos! 


Que todo ser humano bautizado sea distinguido por la Gracia de Dios para alcanzar la Santidad. “Sed santos en toda vuestra conducta como dice la escritura: 'Seréis Santos, porque Santo Soy Yo'.” (1 Pedro, 1, 15)

No solamente los sacerdotes o personas de ordenación religiosa pueden ser santos, sino todos los que vivimos en la fe y escuchamos el llamado y respondemos a él, podemos ser canonizados por nuestros méritos propios y la ayuda de Dios.

La santidad es un estado de perfecto equilibrio mental, espiritual y material conforme con la moral religiosa de la Iglesia Católica.
Llegar a ser Santo no es fácil, ni labor de un día, una semana, un mes o un año, ser santo es un camino que dura toda la vida, que empieza con tu irrenunciable compromiso el mismo día que recibes y aceptas el Llamado de Dios hasta el último instante de tu vida terrenal.

Los que están en el camino de ser santos, como seres humanos están sujetos a las mismas tentaciones que cualquier persona. En la vida de los santos encontramos muchos ejemplos de esta situación, ahí tenemos los ejemplos de San Francisco de Asís, los del Santo Padre Pío, los de Santa Catalina de Siena, San Antonio, Santo Tomás de Aquino, Santa Teresa de Ávila, y muchos, muchos más que nos obligarían a llenar muchas páginas sin acabar de nombrarlos a todos.

Pero estos hombres y mujeres de Dios lucharon fieramente contra las tentaciones, y aunque lo hubieron de hacer diariamente, su escudo protector era la fe, su celestial protector, San Miguel Arcángel y  su ángel de la guarda, su inspiración divina, la fortaleza del Espíritu Santo y sobre todo el infinito amor de Jesús Dios y Señor Nuestro.

Para llegar a la santidad se requiere de mucho esfuerzo, y que las circunstancias de la vida mundana no te alejen del camino señalado por Dios.
He aquí algunos factores que nos impiden a muchos ser santos, aunque creamos que tenemos las condiciones para obtener esta altísima gracia, que Dios nos ofrece a todos.

  • Primero: No escuchamos el llamado de Dios en nuestro corazón y si lo escuchamos no le respondemos por falta de fe, de amor y de vocación sincera.


  • Segundo: No comprendemos que la Santidad es un proceso gradual, que dura toda la vida y no se obtiene como un título después de haber aprobado unos exámenes. Nos falta humildad, paciencia y espíritu de sacrificio.


  • Tercero: Suponemos que la santidad es un don exclusivo y personal que solamente nos involucra a nosotros, sin aceptar que es también externo a nuestro ego y abarca a todo lo que nos rodea en nuestro cotidiano quehacer en la vida, como son todos los seres vivos racionales o irracionales, todos los elementos de la naturaleza, y a todas la situaciones y acontecimientos que experimentamos día a día.


  • Cuarto: Porque no tenemos el sumo grado de humildad que nos haga posponernos ante cualquier criatura de Dios.


  • Quinto: No reconocemos que la voluntad de Dios es indiscutible e insustituible y que debemos obedecerla y aceptarla sin dudas, vacilaciones o rechazo alguno.


Hermanos, si no hemos tenido la inmensa felicidad de estar en el camino de la santidad, no desmayemos en tratar de imitar a los santos que han tenido como su mayor satisfacción no ser más que templos vivientes donde por siempre tenga su morada la Santísima Trinidad y la ternura y amor de la Virgen María Madre de Dios.



Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!

miércoles, 23 de abril de 2014

¿Está Bien o Está Mal?


Sin el propósito de buscar una respuesta definitoria entre el bien y el mal de una acción, solo exponemos las dos alternativas; para que el lector en su intimidad de reflexión, emita su propia conclusión.

¿Está bien o está mal... Que sigamos los consejos espirituales de nuestro Santo Padre, quien nos invita a estar siempre alegres mientras que algunos de nosotros, no tenemos en el corazón esa alegría que mostramos para el exterior?

¿Está bien o está mal...  Que confesemos todas las semanas nuestros pecados prometiendo jamás volver a cometerlos y sin embargo volvemos a lo mismo, como una rutina donde no existe el arrepentimiento sincero?

¿Está bien o está mal... Que asistamos cada domingo al Santo Sacrificio de la Eucaristía y al pisar el umbral de salida del templo, empecemos a maldecir y renegar por algo que sucede y que no nos agrada?

¿Está bien o está mal... Que demos una limosna al necesitado pero siempre buscando la moneda más pequeña en vez de dar lo que nuestro corazón nos dice que debemos dar con justicia y amor?

¿Está bien o está mal... Asistir a una ceremonia religiosa multitudinaria para rendir Culto a Dios, y dejemos abandonado a Jesús Sacramentado en su humilde Capillita de Adoración Eucarística Perpetua?

¿Está bien o está mal... Invocar a Jesús, a la Santísima Virgen María o al Santo de nuestra devoción, para que nos ayude en algún trance de necesidad y una vez obtenido lo solicitado, no recordamos darle las gracias a nuestros santos bienhechores?

¿Está bien o está mal... Comprometernos a pasar una hora a la semana en oración y adoración a Jesús Sacramentado y en lugar de ir a cumplir con Jesús Vivo en la Sagrada Hostia, nos vamos a la obligación que tenemos con el familiar, con el amigo  y hasta  con el solamente conocido?

¿Está bien o está mal... Que pidamos perdón a quienes hemos ofendido y cuando perdonamos a los que nos ofenden, digamos en nuestro interior, “yo perdono, pero nunca olvido”?

Podríamos continuar y seguir con miles y miles de otras interrogantes sobre lo que está bien y lo que está mal y llegaríamos a la conclusión de que cada persona es la única responsable de sus acciones. Siempre estaremos en la encrucijada, el bien o el mal, lo correcto o lo incorrecto, lo positivo o lo negativo.

Es la eterna lucha entre la tentación o el rechazo, que nos confronta a todos los seres humanos por igual, sin hacer distingos entre seres consagrados y simples mortales.

La tentación es obra del maligno y nos la ofrece a todos, inclusive se la propuso a Jesús, pero el rechazo es la potestad, primero de Jesús, y de todos aquellos  que lo llevan a Èl, Nuestro Dios y Señor, en el alma y  en el corazón.

¿Y cómo podemos llevar a Jesús en nuestro corazón?


“Cristo nos renueva incesantemente en la Sagrada Eucaristía dándonos un corazón nuevo.  A través de su amor Eucarístico 
Jesús nos transforma en sí mismo.”

Y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. (Ga 2, 20)


Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡Viva Cristo Rey!!!

miércoles, 16 de abril de 2014

Humilde Súplica a Jesús en la Cruz



Permite Dios y Señor mío que postrado a tus pies, con el alma hecha pedazos y el corazón traspasado por las heridas de los pecados cometidos, pueda yo expresarte mis pensamientos, sin aspavientos de hipócrita contrición.

Estoy ante el madero en que clavado cumples tu misión de salvación, adivino el dolor de los clavos que atraviesan tus manos y tus pies, presiento el sufrimiento que padeces al penetrar las espinas coronarias en tu divina frente, me imagino la angustia de tu ser al sentirte abandonado, y que en éxtasis de soledad infinita te hace exclamar: “¿Por qué me has abandonado?

Embargado por el torrente de tu amoroso sacrificio, me atrevo con respetuosa humildad decirte, 


Jesús Señor y Dios mío:

Estoy aquí con la plena e irrenunciable decisión de ayudarte a cargar tu dolor, sufrimiento que yo mismo te causé en mi perverso pecar.
Dame Señor la hermosa dulzura de que las espinas que laceran tu frente las transportes a mi frente y pueda yo, con alegría sentir, lo que tú padeces por mí en la cruz.
Dame Jesús el dolor de los clavos que penetran tu cuerpo divino, para humildemente gozar de tener en mi corazón el sufrimiento que lacera tus manos y pies.
Dame Jesús y Dios Mío la vivencia de tu padecer al clavarse en tu costado la lanza del soldado romano, y alcance yo, en  la milagrosa transmisión, el eco de tu postrer sufrimiento.

Señor, indigno soy de que respondas a mi súplica, pero un solo gesto tuyo de aprobación, será para mi, tu bendición. 

De las lágrimas que hoy se vierten en tu pasión y muerte, quisiera tener yo la suerte de que la milésima de una de ellas, la de tu Santísima Madre, la Virgen María, cayera en mi corazón, para ¡poder ofrecértelo, con toda mi adoración!



Dios y Señor Mío, en Tí espero, en Tí confío y en Tí creo.




Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡Viva Cristo Rey !!!

miércoles, 9 de abril de 2014

¿Qué Beneficio produce en Ti, la Cuaresma?



La Cuaresma es el período del Tiempo Litúrgico destinado por la Iglesia para la Preparación de la Fiesta de Pascua.

Durante los cuarenta días que dura la Cuaresma, los cristianos somos llamados a reforzar nuestra fe mediante diversos actos de penitencia y reflexión. No es un tiempo triste, sino más bien de meditación y conversión.

Hagamos un examen de conciencia y con sinceridad valoremos lo que la Cuaresma ha producido en nosotros. Cada persona puede haber obtenido beneficios espirituales diferentes, dependiendo de la profundidad de sus reflexiones, penitencias y prácticas religiosas que han producido en ellas un fortalecimiento de su fe y un cambio en su vida, que los ha acercado a Dios.

La Cuaresma es una imitación de Jesús en los 40 días que pasó en el desierto, en ayuno y meditación. Preparándose para enfrentar su Pasión, Muerte y Resurrección. Allí, como ser humano pudo vencer, rechazando las tentaciones que el demonio le propuso.


He aquí en detalle, la narración de una persona que explica los frutos que obtuvo de una Cuaresma bien practicada, con observación de los deberes del culto.

“He casi terminado ya mis ejercicios cuaresmales, y la renovación y cambio los siento como una luz resplandeciente que envuelve toda mi alma.
La semioscuridad que circundaba mi vida, ha sido disipada. No existen más las dudas ni las tentaciones, una suave brisa de paz acaricia por entero mi ser. Y presiento que Dios está en mi camino.
Meditando, absorto en mi contemplación espiritual, el alma ha dejado mi cuerpo y voy buscando en un hermoso valle florido la presencia de Jesús.
Percibo una vista nueva, en medio del valle alegre corretea un arroyuelo de verde azules cristalinas aguas, a un lado bajo un frondoso árbol, sentada en un peñasco diviso una luminosa figura, me acerco temeroso y temblándome el corazón reconozco a Jesús Nuestro Señor.
Postrándome con inmensa veneración, de rodillas caigo a sus pies. Mi cabeza inclinada se apoya en sus rodillas, y sin mediar palabra alguna, siento como un suave rumor me acaricia el alma haciendo que mis ojos derramen lágrimas de indecible alegría.
Nunca mi ser había experimentado un amor tan puro, tan infinito, tan sublime, ni el de mi madre, ni de nadie en el mundo podría semejarse, al amor que sentía yo, en ese celestial momento. 
Creí estar soñando y en perpleja mudez absoluta, repetía
¡Perdón Señor, Perdón!... no soy digno de ni siquiera posar mis ojos en tu luminosidad. 
El cortante aullar de un viento huracanado, arrancó la vivencia de mi éxtasis espiritual, y me encontré solo, frente a Jesús en la Cruz, dándole Gracias por haberme permitido y ayudado a cumplir con mi compromiso cuaresmal.


Queridos Hermanos, en estas sencillas palabras expresadas por un ser humano, tal vez el más humilde ante los ojos de Dios, que pudo tener el deleite supremo de sentir la presencia de Jesús debido a que su fe, su renovación y su amor lo llevaron sin querer al encuentro por el que tanto suplicó  y rezó en su bien administrado y ejecutado tiempo cuaresmal.

Mañana, cuando estén orando y dando Gracias a Jesús Sacramentado en la Capilla de Adoración Eucarística Perpetua, cerrando los ojos y con ferviente amor y profunda fe,  digamos:


JESÚS Y SEÑOR MIO, EN TI ESPERO, EN TI CONFÍO, EN TI CREO!



Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡ Viva Cristo Rey !!!

miércoles, 2 de abril de 2014

¿Has escuchado el Llamado de Dios?



¿Has escuchado el llamado de Dios?... 

Es una pregunta que no sabemos comprender... 

                           y algunas veces entendiendo, no queremos escuchar.





Dios nos ama verdaderamente, con un amor eterno e indescriptible, un amor que traspasa todo elemento, toda muralla y toda la indiferencia humana.

Dios, constantemente nos llama, hablándonos al corazón, nos pide que nos acerquemos a Él diciéndonos: 

“En mi encontrarás la paz, hallarás la luz que disiparán tus tinieblas, 
Yo soy el camino de tu salvación, Yo soy la vida, la vida eterna.”

¡No temas!... Responde a su clamor, contesta a su llamado. Deja todo, absolutamente todo y síguelo como lo siguieron sus apóstoles, como lo siguió San Pablo, como lo siguió San Francisco de Asís y como lo siguieron los muchos santos que escucharon su voz y le fueron fieles hasta el último suspiro de su vida terrenal.

Dios te elige, Él quiere que lo sigas por tu fe, por tu libre voluntad, por el amor que le tienes, porque confías y crees en Él.

Sin embargo tú decides escuchar o no escuchar su llamado, de ti depende seguir el camino de la santidad. La clave es tu discernimiento,  el entendimiento,  la oración.

Infinidad de pretextos se esgrimen para no escuchar el llamado de Dios. Son excusas de una fe débil, de una religiosidad inconsistente, de una ceguera mental pertinaz. No escuchamos porque no queremos comprometernos, tememos a la responsabilidad, evadimos el compromiso, no tenemos la humildad de doblegarnos enteramente a la invitación que nos hace nuestro Dios.

Dios nos llama en su Santa Palabra, en los pobres que nos piden, en los enfermos que necesitan consuelo, en el dolor de su muerte en la cruz, en los beneficios y favores que a diario te otorga. Dios nos llama en cada instante de nuestra vida, Dios nos requiere en la dulzura infinita de su amor. 

¡¡¡Y dices que no lo escuchas!!!!!!.

Reza en oración de verdad auténtica, que hable y grite en silencio tu corazón, que el trepidar de las vibraciones de tu alma lleguen a los pies de tu Creador y Él te enseñe entonces que sí lo puedes escuchar.

Socorre al menesteroso, dándole, no lo que te sobra,  sino lo que te hace falta. 

Ayuda sin esperar premio ni agradecimiento, hazlo por amor.

Padece por el sufrimiento de Jesús en la cruz no por el dolor que Él experimente, sino porque tú lo clavaste en el madero con los clavos de tus pecados.

Y cuando tu alma y corazón se fundan en una alabanza de adoración infinita a nuestro Dios, entonces, entonces podrás escuchar la voz de Dios.

¡Que este tiempo de Cuaresma y morada penitencia, te permita reconciliarte con tu hermano, contigo mismo y con Dios!


¡Que ruegues que Nuestro Señor te ayude a ser humilde y que en tu diario acontecer des el sentido testimonio de tu rechazo al pecado, la negación absoluta de la soberbia en tu ser y el reinado del amoroso corazón de Jesús Sacramentado, por los siglos de los siglos, para la gloria de Dios Padre Todopoderoso!


¡Benditos los que saben y pueden escuchar a Dios, porque ellos podrán ver algún día, la luz  hermosa del rostro de Jesús,  Nuestro Dios y Señor!


Alabado y Adorado sea por siempre Jesús Sacramentado

¡¡¡Viva Cristo Rey!!!