jueves, 28 de octubre de 2010

Día de Difuntos... ¿Fiesta Pagana o Celebración Religiosa?


Desde tiempos ignotos el ser humano ha tratado de encontrar una explicación a la muerte y no ha podido consensar cabalmente una respuesta contundente a su pregunta.

La ignorancia ha sido el principal factor que le ha impedido salir de esta encrucijada. Los hombres a través de las diferentes eras de su existencia sobre la tierra en su completo desconocimiento del enigma de la muerte, han tratado de darle a ésta un carácter sobrenatural, convirtiéndola en un asunto divino emanado de sus dioses, creados también en su ignorancia, la cual convertía en dios a todo aquello que sus limitados conocimientos no podían explicar.


Las fiestas paganas o eventos en los que el punto principal era el ser privado de la vida al cual se le rendían cultos y también por extensión a la causante principal: la muerte, fueron practicados en nuestras tierras desde épocas prehispánicas. En un principio estas costumbres consistían en enterrar a sus muertos acompañados de una provisión de alimentos que permitieran al difunto comer durante el tránsito que debían realizar por los siete cielos previos a su llegada a su morada final. Igualmente los vestían con sus mejores ropajes y ataviados con sus pertenencias más preciosas. Lo cual nos permite deducir que los antiguos mexicanos creían en que la vida era una existencia temporal y que la muerte era la culminación para llegar a un destino final de gloriosa paz y felicidad.



Con la llegada de los conquistadores europeos, sus creencias fueron poco a poco modificándose de acuerdo a la labor misionera de los sacerdotes católicos que venían con los ejércitos españoles, y es así como años después entre los aborígenes surgió la idea de recordar a sus muertos en el día de los difuntos para lo cual erigían altares que adornaban con hojas de palmas y flores de color amarillo llamadas “zempazuchitl”. En dichos altares colocaban diferentes tipos de alimentos para que los difuntos que vinieran a visitarlos pudieran disfrutar de sus comidas preferidas como cuando estaban vivos.

Estas costumbres subsisten hasta nuestros días y es muy normal observar en cualquier sitio los altares de muertos en la festividad del día de los fieles difuntos el día 2 de noviembre de cada año. Indudablemente las creencias son otras y nadie piensa que el muerto venga y coma los alimentos expuestos en el altar, pero con aquellos altares se recuerda a los seres queridos que partieron al mas allá a su encuentro con Dios Nuestro Señor.

La Iglesia Católica celebra el día de difuntos para orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio. Es también usual asistir al cementerio para rezar por las almas de aquellos familiares o amigos quienes ya abandonaron este mundo.

Hermanos adoradores de la Sagrada Eucaristía, en estos días cuando vayamos a visitar a Jesús Sacramentado en nuestra Capilla de Adoración Eucarística Perpetua, no olvidemos de rezar una oración por las almas de aquellos que partieron de este mundo para su encuentro con Dios Nuestro Señor. Jesús, que venció a la muerte nos escuchará y seguro les dará el descanso eterno que merecen.


¡¡Alabado y adorado sea por siempre Jesús Sacramentado!!


¡¡¡¡¡Viva Cristo rey!!!!!!

viernes, 22 de octubre de 2010

¿Son los Cambios Buenos o Malos?

En un mundo de cambios que se ejecutan diariamente y a cada momento estamos directamente involucrados en el cambio y lo aceptamos sin mayor análisis o consideración del mismo, lo cual nos priva de calificar dicho cambio como bueno o malo.



El cambio es una rutina que se impone a otra y a otra, y así inmersos en la vorágine de la modificación no tenemos tiempo ni deseos de analizarla y menos calificarla, solamente la aceptamos, porque nos la imponen los que tienen la fuerza del poder.


Nuestras vidas son un cambio continuo, cambiamos de edades según nos lo indica el tiempo, cambiamos de ideas según nos lo ordena nuestra mente, cambiamos nuestros hábitos de acuerdo a nuestras costumbres, cambiamos de vestimenta tal como nos lo exige el clima, cambiamos nuestros amores según nuestros caprichosos sentimientos, en fin todo es cambio, nada perdura... pero, por otra parte, quien no cambia se enquista en la parálisis del No-Cambio y vive rezagado.


De lo anterior podemos deducir que los cambios pueden ser buenos o malos dependiendo del efecto positivo o negativo que afecte al objeto, materia o ser cambiante. Dice el refrán popular que "No hay mal que por bien no venga", y es paliativo conformista de aquél que, sabiendo que el cambio es malo, lo acepta.



Quien proyecta establecer un cambio ya sea personal o general debe hacer un análisis del mismo considerando los pros y los contras del mismo y el efecto que causaría su imposición. Claro está que nos referimos a los cambios que dependen de nosotros, no de aquellos que están sujetos a las leyes de la vida, de la naturaleza y de Dios, porque estos son inmutables a la pretendida acción de cualquier ser humano.


El mejor juez para dar una opinión si un cambio nos va a favorecer o nos va a perjudicar es nuestra propia conciencia, ella sabe perfectamente que cambio es bueno y que cambio es malo, apelemos a ella en el momento que vayamos a tomar una decisión. Hagámoslo sin subterfugios que nos dicten nuestra soberbia u orgullo personal, rechacemos el mal y no aceptemos ni oigamos los cantos de sirenas malvadas que nos quieren confundir.


Nuestro rechazo al cambio negativo debe ser hecho con toda nuestra integridad física y espiritual, vertical sin desviaciones ni concesiones, de tajo como cuando cortamos la hierba mala. Sin alardes de ataques personales a quien nos propone el mal, solo basta nuestro firme repudio y completo rechazo a la mutación propuesta.


Hermanos jamás cambiemos nuestra actitud y amor hacia Jesús Sacramentado, bendigámoslo y adorémoslo con toda la fe de nuestras creencias y preceptos establecidos por la Santa Iglesia Católica por intermedio de nuestros pastores espirituales en la tierra, el Papa Benedicto XVI, nuestro Obispo Felipe Gallardo Martín del Campo y nuestro Párroco Presbítero Rodolfo Cervantes a quienes ilumina Dios Nuestro Señor con el fuego del Espíritu Santo.

Hermanos prediquemos con el ejemplo, actuemos con humildad, paciencia, fortaleza, diligencia y caridad y demos eternamente gracias a Dios por permitirnos tener en Cardel una Capilla de Adoración Eucarística Perpetua.




Alabado y adorado sea por siempre Jesús Sacramentado.




¡¡¡Viva Cristo Rey!!!

jueves, 14 de octubre de 2010

El Pan del Alma: La Sagrada Eucaristía

¿Puede acaso el ser humano vivir sin comer alimento alguno?... No, porque infaliblemente morirá y su existencia física terminará.

Igualmente, aquél que no alimenta su espíritu con la Sagrada Eucaristía, no podrá vivir espiritualmente tanto en la tierra como en el cielo. Jesucristo instituyó la Sagrada Eucaristía en la Última Cena cuando tomando el pan lo bendijo y partiéndolo se lo dio a sus discípulos diciendo:
“Tomad y comed, esto es mi cuerpo”. Y tomando el cáliz dando gracias, se los dio, diciendo: “Tomad y bebed todos de él, porque esto es mi sangre del nuevo testamento, que será derramada por muchos para la remisión de los pecados”.

El recibir la Eucaristía se producen en el alma los siguientes efectos:

º Aumento de la Gracia Santificante

º Producción de Gracia Sacramental

º Perdón de los Pecados veniales

º Es prenda de Vida Eterna

Además el recibir a Cristo en cuerpo y sangre nos llenamos de su paz, amor y ternura. No hay estado más feliz de un ser humano que aquel del que gozamos infinitamente después de haber comulgado.


El espíritu se regocija envuelto en un espiral de tranquilidad que lo lleva directamente a la presencia de Dios. En esos momentos tan sublimes que experimentamos cuando volvemos a nuestro lugar en el templo después de comulgar, nuestra mente y pensamiento solamente ve, percibe y siente la presencia en nuestro corazón de la sangre de Cristo que se ha integrado al torrente de nuestra sangre. Oh dios mío, si esto es lo que sentimos vivos en la tierra encerrados en nuestro cuerpo físico temporal, ¿Cómo será la infinita alegría y felicidad que experimentaremos cuando estemos en alma y espíritu adorándote en el cielo por toda la eternidad?

Por esto no podemos comprender que puedan existir seres que se pasen meses y hasta años sin recibir la Sagrada Eucaristía. ¡Qué infertilidad espiritual!, ¡Qué ausencia de paz y tranquilidad en sus vidas!... son cuerpos vacios, horizontes desiertos donde el alma agoniza cada día inmersa en la soledad sin tener la compañía de Jesús Sacramentado.

Oremos pues con toda nuestra fe para que aquellos hermanos alejados del Santísimo Sacramento sientan el llamado que les hace Jesús y vuelvan a ser parte activa de nuestra Santa Iglesia Católica y Apostólica.


Hagamos labor misionera persistente para que aquellos que creyeron y dejaron de creer, que amaron y dejaron de amar, que adoraron y dejaron de adorar, regresen y encuentren el camino que los llevará a gozar de nuestro Señor Jesucristo y salvar sus almas de las garras de su indiferencia contumaz que los llevará a su eterna perdición.
Hermanos cada vez que visitemos al Señor Nuestro Dios en su casa, nuestra Capilla de Adoración Perpetua, oremos y pidámosle a Jesús Sacramentado que nos de la fuerza, constancia y sabiduría del Espíritu Santo para que nos ayude a recuperar a las almas perdidas de aquellos hermanos que viven en la desgracia de no tener al corazón de Jesús Sacramentado en sus corazones.

Dios está con nosotros, no estamos solos, ¿Quién nos podrá vencer con tan omnipotente Padre Nuestro que vive y reina en los cielos por los siglos de los siglos?



¡¡Viva Cristo rey!! Adorado y alabado sea por siempre Jesús Sacramentado.

jueves, 7 de octubre de 2010

Labor Misionera... ¡¡Constante Viajar para Sembrar!!

Los apóstoles nunca permanecieron arraigados en un lugar, su misión tal como se las encomendó el Señor, fue la de viajar a diferentes lugares para sembrar la semilla de la Nueva Iglesia. Como ejemplos tenemos a San Pedro y San Pablo los primeros misioneros de nuestra fe.


Hoy en día tenemos muchas obras de misiones establecidas con muchos propósitos pero con el único fin de propagar la fe católica, generalmente son hermanos y hermanas que pertenecen a una congregación determinada y en su misión apostólica siguen reglas establecidas por sus superiores mediante las cuales cumplen con su obra evangelizadora.

¿Y tú hermana o hermano, eres misionero? ...Tal vez no, pero claro que puedes serlo, solo necesitas tener conocimiento de tu religión, de las Leyes de Dios y su cumplimiento, de los mandamientos de nuestra Santa Iglesia Católica y una fe y amor inquebrantables a Dios Nuestro Señor. Viaja por toda tu Parroquia y acude a los pueblos donde veas que se necesita la obra evangelizadora. Enseña con la palabra y con el ejemplo y siembra la semilla en el corazón de todos aquellos hermanos de tibieza espiritual o que estén alejados de Dios.

En la actualidad, ya tenemos esta clase de misioneros seglares que bajo la dirección de sus respectivos párrocos cumplen solitariamente la misión tal como lo hicieron nuestros primeros misioneros. No es un trabajo fácil, se necesita mucha paciencia y sobre todo constancia somos “vendedores” de puerta en puerta que “vendemos” la paz y el amor que nuestro señor Jesucristo nos enseñó. ¿El precio? Solamente nos tienen que dar un pedacito de su corazón para sembrar en él un pedacito del corazón de Jesús y con su fe y perseverancia ganaran el cielo que Dios les tiene prometido.

Intentémoslo hermanos Adoradores de la Santísima Eucaristía, hagámoslo con el fin de servir a Dios Nuestro Señor y mostrarle que le amamos por intermedio del amor que les demos a nuestros hermanos, porque como Él nos dijo: “Lo que hicieres por el más pequeño y necesitado de tus hermanos, lo estarás haciendo por Mí.”

Dios está contigo y la fuerza del Espíritu Santo te fortalece, ¡No temas!, así como te uniste voluntariamente a la Adoración Eucarística Perpetua, únete también a la acción misionera laica y ten la alegría de otra vez servir a Dios Nuestro Señor. Acércate a tu párroco y conversa con él. Él te guiará, él te apoyará y Dios te lo agradecerá.

¡¡Bendito y alabado sea por siempre Jesús Sacramentado!!

¡¡Que Viva Cristo Rey en nuestros corazones!!